sábado, 25 de diciembre de 2021

Y es real

            
                           “Y aún sigo, estoy vivo y es real”. 
                                                               La Vida. Bulldog.

“Se que vas a estar ahí, después del mar, después de todo”. Pablo Ramos.





El mar de abril, abril; ese mes, vaya paradoja, me sanó. Este mar de ahora, entre fiestas 

cuadraturas 

miserias 

reencuentros 

miedos 

y amores que no necesitan designarse porque están claros, este mar me dio otra vez un horizonte.

Una perspectiva

Un futuro que pude ver y no vi oscuro

Este mar. 

La derrota, espero/ Final de mis miedos

Este mar

Vos dejándome porque sabes que en el agua soy libre y eso es mi felicidad y mi energía

Yo dejando que me dejes

Mis amigas 

Yo animándome a agarrar tu mano sin paranoia de que me sueltes

Yo viendo por primera vez en mucho tiempo que alguien ve conmigo

Mi mar

Al fin, como siempre

Al fin el mar.



lunes, 6 de diciembre de 2021

Julio, mi Viejo y el cielo

"Me fue invadiendo algo que era como un abandono, el sentimiento indefinible de que eso no hubiera debido ocurrir".
El otro cielo. Julio Cortázar.

Julio es (por más que papá haya muerto) el mejor amigo de mi Viejo. Se conocieron incluso antes de que el conozca a mi Vieja y, el gusto por el cigarrillo, la historia, el cine y el amor por Italia hicieron el resto. Mi Viejo dejó a los amigos que tenía cuando decidió acompañar a mi Vieja a vivir de nuevo en Argentina. Y así Julio fue su mejor amigo, hasta el último día; cuando ese cáncer de mierda se lo llevó un viernes 18 de abril a las 3 y 33 de la mañana y yo me hice grande de golpe.

Hablar con Julio para mí no fue del todo fácil. El me decía siempre lo mucho que extrañaba a "Walter", como lo llama y claro, yo pensaba; cómo crees que me siento yo. Pero cuando los cortes del duelo se van volviendo cicatrices, pude vencer esa dificultad y encontré en él un tipo que de alguna forma, me dice lo que me hubiese dicho mi Viejo.

Julio me aconsejó en cada momento border que me tocó pasar. Me ayudó en lo que pudo. Y me contó partes de la vida de mi Viejo que yo no sabía y otras que no recordaba. Hace tres años, la visión que tenía de él dio un salto en el aire, cuando me enteré de su boca que Papá había salido a competirle con Ferrosmalt (la empresa uruguaya) nada más y nada menos que a General Electric. Que había estado en el Cuadro de Honor del Colegio Sacre Coeur donde se graduó con honores y que el mismísimo ex presidente de Uruguay de aquel entonces lo había elegido para darle su primer trabajo. No, mi viejo no había sido un tipo que al decir de mi media hermana "le fue como le fue porque vivió como quiso". Mi viejo pagó parte de las consecuencias de parársele a un gigante, de los cambios de gobierno y de un divorcio que no estaba en los planes hasta que conoció a mi mamá.

Hace tres días me avisaron que a Julio lo habían internado. Lloré desesperadamente, insulté y hasta blasfemé y le dije a mi viejo que ni se le ocurriera llevárselo. Cuando iba de camino al Hospital, pasé sin darme cuenta, creo, frente a la Sala Velatoria donde vi a mi viejo por última vez. Ahí me di cuenta de que no tenía la imagen de Julio despidiéndose. De que tenía contadas con los dedos las de un puñado de personas: mi Vieja, mi abuelo llorando como pocas veces cargando el cajón, las monjitas del colegio donde mamá trabajaba rezándole el Rosario, mi media hermana abrazándome y yo pensando que me quería y finalmente a Doña Irma que me contuvo cuando me rompí en ese momento en que lo colocaron en el nicho familiar.

No tenía la imagen de Julio. Pensando en eso entré al Hospital. Lo agarré de la mano y le pedí que por favor se recupere. Le revisé las mediciones de glucemia que había anotadas, pregunté el diagnóstico y recién ayer cuando lo vi ya sentado en la cama, con la cara repuesta y hasta pensando en con quién pelear cuando reciba el alta, el alma me volvió al pecho.

Me di cuenta de que Julio es el último recuerdo vivo de mi Papá.  De todo lo que eso significa para mí. Y de que yo soy exactamente lo mismo para él.

Ayer a la noche, soñé con mi Viejo y con Julio. Él le hacía un gesto con las manos de que aún le faltaba tiempo para subir, calculo que será a algún lugar similar a lo que llamamos cielo. Y a mí me hacía un gesto de que estuviera tranquila. 

Como si jamás hubiese salido de ese sexto grado de colegio católico, el gesto de mi Viejo a Julio me confirmó que sí, que al haber muerto en Viernes Santo, había ido al cielo sin escalas y ahí estaba, tan cerca y tan lejos como cualquier pedazo de nube, como cualquier gesto de levantar la vista y pensarlo. Como cualquier estrella o gota que son, como él; una parte -mi parte- del firmamento.

domingo, 14 de noviembre de 2021

4 de Noviembre

“Son todos muñequitos que apilo, nefastos en una repisa”. Palermo 10 AM.
"Siempre los subo a un pedestal porque de otra forma ni me fijaría". Y me reseteó una vez más.


Alguien me dijo hace dos años, cuando me enteré por una foto de Instagram de que estabas de viaje con tu "me estoy separando", que hasta me habías arruinado una de mis canciones preferidas.

"La melodía de Dios". Porque claro, me enteré de tu mentira numero perdí la cuenta, un 4 de noviembre.

Pero, ¿sabes que? escribir de vos toda la vida o al menos una gran parte, es solamente eso. Palabras y líneas. Vos también estabas en 'ese' pedestal. Lo armé sola con la diferencia de que no tuve que ingeniármelas para romperlo. 

Lo implosionaste.

Hace unos días, alguien me mandó un video de "La melodía de Dios".

Y me reí de tus intenciones de marca y seña.

Y me alegré por ese video.

Que me terminó de confirmar que a tu capacidad de daño te la había dado yo

como el pedestal

como tantas otras cosas...

miércoles, 13 de octubre de 2021

Mi tormenta

“Los cielos con tormentas 
que se olvidan de llover”.
Santiago Moreno Charpentier.



Cuando creo que ya nada. La tormenta. El agua, la luz, la fuerza. Ese aire. La misma energía del mundo todo. Permitiéndome respirar y sentirme como en el mar. Algo más lejos. 

Pero es la misma fuerza.

La misma lluvia.

Otro amor.

El que empieza por mi.

La fuerza, el rayo, el viento. 

La fuerza. Más que nunca, la fuerza.

miércoles, 14 de julio de 2021

Las mantenidas sin Padre

                                                   A veces un sorbo de sol tibio la separa de la niebla. Y una lucidez con vida de mariposa de dos segundos, desesperada y heroica, consigue traer de nuevo a sus padres, juntar nombres con rostros y revivir un Domingo hecho del tiempo en el que su amor está siempre vivo. en el que siempre hay risa, en el que siempre hay baile y en el que siempre es feliz como era”.
La Niebla. Agarrate Catalina. 



Supongo que hablar (escribir) de la muerte que tanto se empecina en recordarnos su existencia es mi única forma de conjurarla. Había apenas aceptado en mi cabeza que ya hacía un año de la muerte de la doctora Mir. Y de ahí en adelante la sucesión es tétrica, me vuelve una observadora que siente que nada puede hacer o hace poco. 

Se murió Sol y desde ese día no pude volver acá a escribir nada sencillamente porque no me salía. Pero después de Sol se murió la madre de una amiga y el padre de otra. Y en ese ínterin fatal me pasó algo que no pensé jamás sentir siquiera.

"Es la primera vez en que me hubiese gustado escribir para la mierda", le dije a mi amiga San por teléfono y le mandé la captura de un chat donde una vecina contestó a mi saludo al enterarme de la muerte de su papá diciéndome que "recibí ese llamado, a la madrugada, ese llamado que nunca querríamos oír. Sonó el teléfono y eso que escribiste fue lo que me vino a la mente". 

En todo eso, recalibré unas líneas que hacía mucho había empezado y que logré cerrar a modo de ofrenda para mis amigas, recientemente incorporadas a eso que llaman orfandad.

"Las mantenidas sin padre"

*Para Lis y Negrita y para todas nosotras.

Hace tiempo ya, parafraseando ese tema y cambiando la palabra sueño por padre; empecé a escribir sobre nosotras. Ese raro ejemplar de hijas únicas de madres viudas en una sociedad que insiste con imponernos el formato Campanelli. 

Estamos solas. Porque indefectiblemente somos en un momento madres de nuestra madre. Porque ya nos tocó parir la muerte de nuestro padre. Porque tenemos ya el espinazo roto desde el golpazo de la orfandad desde hace un tiempo. 

Pero también sabemos que en ese golpe, en esa cicatriz, en ese agujero; está la puta fuerza que nos sostendrá por siempre. Porque si y porque no nos queda otra más que ser fuertes y poder con todo. 

Porque somos varias y de a poco nos cruzamos y nos vamos ayudando a mantenernos sin padre ni madre y a veces hasta sin sueños pero con una fiereza que hasta hace pasar de largo a la mismísima muerte. 



sábado, 15 de mayo de 2021

Chau, Solcito (in memoriam de Sol Casella)


"Supongo que habrá una ciudad entera y me sirve de consuelo si me esperas allá".

Los Chicos. Calamaro.


Habíamos hablado hace dos meses como mucho. Siempre te decía que eras lo mejor que me había pasado en lo que fue mi cierre de etapa como periodista. Verano del 2015. Yo presentaba un libro en un congreso y vos eras una alumna entre otras que escuchaba. Cuando terminé te acercaste con un grupo y me mostraste un papel con nombres de autores que yo había mencionado para que te diera referencias.

La charla fue más o menos así: -¿Quienes son Polosecki y Kapuscinski?  

-¿En qué año de la carrera estás?

-Casi en tercero. 

-Si todavía no te hablaron de ellos te están robando la plata. Cambiate de facultad.


Eso te dije y te pasé mi teléfono. Cuando me escribas decime “soy Sol, la de Géminis, de la UP”. Y eso hiciste. Me alegró verte tan chiquita y con tantas ganas, con esa voracidad que se necesita para los oficios que amamos y que es cada vez más infrecuente. 

Desde ese encuentro, siempre seguimos hablando. Te cambiaste de facultad y se notó porque tu enfoque de la realidad giró exponencialmente. Recuerdo cuando me preguntaste si tomar o no una pasantía en Egipto. Te dije que sí. Pero me daba terror que te pasara algo en épocas de (más) convulsión armada en el mundo árabe. 

Volviste sana y salva y te metiste en dónde fuera. Acumulá horas de experiencia, te decía yo y vos me cargabas diciéndome que no era que me estaba poniendo grande sino que había vivido mucho en poco tiempo. 

Nos reíamos de nuestros nombres. Clarisa y Sol parecen un pre designio de tener que encontrar cosas y sacarlas a la luz. Hablamos de eso cuando mandaste al frente a un político del lugar donde vivías y yo te dije: "Nena, por favor cuidate". 

Amabas escribir. Íbamos a hacer un taller en unos meses. Tu historia fue contar historias. Fue. Porque ayer tus pulmones colapsaron en una clínica de Buenos Aires. 

Te habías recuperado del Covid pero los resabios te jugaron la peor pasada y te reingresaron con neumonía bilateral. Eso me dijeron algunas de tus compañeras cuando leía aún sin creerla, la noticia donde tu muerte era; justamente la noticia. 

Un grito sordo me salió desde el centro del cuerpo y se me atragantaron las lágrimas en ese lugar donde duele lo que de verdad duele. Estuve casi una hora petrificada esperando que algo o alguien me diga "Sol está viva". Pero no.

Los pésames y el recuerdo de lo enorme que fuiste con apenas 24 años se acumulaban en las redes. Desde la facultad hasta las corresponsalías y medios en los que escribiste. Me salió una sonrisa cuando desde una agencia internacional te despedían como una cronista que buscaba las historias y no ser "el tema de tapa". 

Escribo esto mientras pienso que en unos días iba a mandarte un mensaje diciéndote feliz cumpleaños, felices 25. Escucho lo que jamás imaginé serían tus últimos audios. Algo de vos está en esas palabras. Algo de tu aire, ese que te esquivó ayer cuando la línea del aparato que te mide los signos vitales fue irreversiblemente plana, sigue ahí para siempre. Algo de vos sigue en tus notas que guardé una por una en una carpeta por si acaso  la inestabilidad de la web. Cantar es disparar contra el olvido, aseguran. Escribir es mi forma de cantar y recordarte.

Ya no voy a poder tomarme un cafecito con vos como habíamos planeado. Pienso que cuando pase esto y pueda viajar voy a ver tu foto en un mármol en algún cementerio del conurbano. Y voy a decirte lo más cerca que pueda, "Chau Solcito".

Si hay un lugar donde van los que se van, que sea lindo. Que te deje seguir, como siempre, brillando. Si te lo cruzas a Polo en alguna nube, sentate con él, ahí que ya no hay tiempo. Ahí donde la eternidad es tu nueva y gran próxima historia. 






lunes, 19 de abril de 2021

18 de abril, 3.33 am

Foto del último cumpleaños que festejé con papá

Fue un día como hoy, solo que tenía 11 años. El ring del teléfono, aún de Entel.  Ver el reloj. 3.33 am

Mami llorando en el baño diciendo solamente como letanía “Se murió”

Yo entendiendo que ahí se terminaba mi infancia

Que como dice la murga: “Una lucidez con vida de mariposa de dos segundos, desesperada y heroica, consigue traer de nuevo a sus  padres juntar nombres con rostros y revivir un domingo hecho del tiempo en el que su amor está siempre vivo en el que siempre hay risa en el que siempre hay baile y donde siempre es feliz como era”.

Yo entendiendo ahora, que sos un tano colgado y que a veces tengo que gritarte pero que estás 

Que seguís estando como hace unos días cuando me animé de nuevo a nadar. Nadar Sola

Que me duraste poco, si

Pero que sos y serás el mejor papá del mundo

El que eligió tenerme por más que “ya era grande”

El que me enseñó de dignidad, valor y fuerza y de no dejar ganar a ningún hdp

Ojalá siempre sea

Digna de ser una Ercolano

Una mezcla de humanidad con dioses que resiste hasta los volcanes

Te amo

Te extraño

Te llevo en mi con esa entereza que me costó pero que logré.             

Tesoro de mi alma. Sangre de mi sangre.

sábado, 3 de abril de 2021

Un año sin vos, dra Mir


Mir. No quería que llegue este día en que me iba a acordar, más que en otros, de que al menos acá, de éste lado del mundo, ya no estás.

Como si fuese un delirio destinológico... El Sábado Santo tu cuerpo reposa pero el domingo ¿resucitarás? Tan atea y devota de San Expedito como yo tan atea y tan devota de San Benito.

En estos días vi una nota sobre los "escuchaderos" que pondrán en Colombia y recordé la tuya sobre que mi profesión futura sería la de una persona que seguiría escuchando a la gente, solo que de manera arancelada. Leo ahora como "novedades" los filósofos de los que me hablabas hace tiempo y sigo navegando en los sites que conocí por vos y haciendo los cursos que me recomendaste. 

Me hubiese encantado contarte Mir, que me gané una beca del Bid para uno de ellos. O que se descubrió que las lámparas de sal que tanto nos gustaban son como el mar, una mini colección de iones amontonaditos que cambian las energías. Y compartir con vos el video de los héroes de los Andes, que tanto admirabas; al igual que yo. Me acuerdo de tu nota de curadora en un mundo de insanos, ahora que armo talleres para internos.

De algún modo sos la muerta que no deja de nacer. Hace poco necesitaba una cita sobre Freud y la muerte y aún ahí estaba en tu muro; donde me etiquetaste hace un par de años.

Oigo tus últimos audios. Algo de vos vive ahí. Quería y quiero volver a abrazarte

Me pregunto si viste a tu viejo allá arriba y si por casualidad te cruzaste al mío. Me pregunto si hay un cielo de gatitos donde Gandhi y Ram están haciendo de las suyas.

Y me pregunto si escribir me salvará también de este duelo que no quería que no esperaba y que aún no quiero que pase. Y si, al menos un rapto, unas líneas; me salva. 

Y me hace mirar al cielo y decirte una vez más una de las frases que más te gustaban y que más nos gustan a nosotras las geminianas: "Tenías razón, Mir. Querida dra Mir. Escribir, salva". "Un rato, instantes, pero salva".

domingo, 28 de marzo de 2021

Efecto mar 2


Dicen que T. S. Eliot no tenía palabras para describir el mar. Es justo entonces que al menos yo no las tenga. 

Mi primer día en el mar esta vez me dio un arcoíris y una crisálida rosa, que son mis preferidas. 

Mi segundo día, una postal de olas con luna creciente a pleno sol.

El tercero, dos caracoles gigantes de esos que dicen llevan el sonido del océano dónde sea. Ese día me animé a meterme un poco más en el agua y me di cuenta de que el mar a veces es como la vida misma.

Si a la ola la enfrentas antes de que rompa es mejor. Ese día también me dije que no sé de cuántas cosas podría decir que había aprendido tanto en tan poco tiempo.

El cuarto estuvo ventoso pero pude llenarme de ese aire infinito que viene de la galaxia agua o de no se donde. Una amiga le mostró a mi vieja una foto mía. Dicen que estoy linda. Es el efecto mar.

En el quinto encontré por separado tres partes de caracol que hacen un todo. Bailé, canté, ordené, salí a comer sola y cuando estaba ahí hablando de la nada misma con mi prima, me llamaste vos. 

Volví a la costa y había tormenta pero como me dijiste una vez la tormenta me hace bien a mi que soy medio bruja y medio no sé qué cosa.  Y escuchando el oleaje me dormí un rato pensando en que si. La perfección existe y tiene nombre de mar. 

El mar me saca lo que duele, me deja lo que sirve y me dice hasta palabras exactas. Unos días antes de volver, una nenita gritó ante las olas: "papi, tengo miedo". Y ahí pensé y sentí, que eso es algo que yo jamás voy a poder decir. Que no va a venir un papá a ayudarme con la ola por más que grite. 

Y también ahí, no sentí tristeza ni rabia, sentí fuerza. Caminé y caminé hasta eso que vos me habías enseñado se llama 'tercera rompiente'. Y a la que nunca me había animado a llegar. Y ahí me quedé flotando, saltando y riendo sintiendo esa maravilla que siente el cuerpo cuando deja de tener miedo. Y miré al cielo. Y sentí que otra vez, me mirabas orgulloso.

viernes, 5 de marzo de 2021

Nosotros y la gloria


Si le preguntás a ella, te dice que paz hay en los cementerios. Por algo dicen "que descanse en paz". Si le preguntás te dice que cree en menor o mayor medida en astrologías, cartas, péndulos, psicoanálisis; Freud perdone. 

Pero que lo único que siempre le dio resultados fue no darse nunca por vencida. No aceptar otro resultado más que la victoria. Con el tiempo fue entendiendo que las personas se dividen en buenas o malas. Y entre quienes la pelean y quienes no.

Hace poco ella leía una carta de un amigo de su abuelo que le decía con pelos y señales cuánto había soportado para ser quien era.  

"Cuántas luchas y sufrimientos para llegar donde estás ahora. Conozco tu heroísmo que siempre tuviste y que se hizo solo desde la soledad de un campo. Pobre amigo. Yo sé lo que sufriste. Y me emociono repasando tu historia surgida de la nada hasta la cumbre".

A él, al amigo; le daba pena. A ella, a su nieta, le da orgullo. "La distancia entre nosotros y la gloria la mensuran nuestros miedos y nuestra capacidad de lucha".

Hace tiempo venía pateando leer un resumen de sus últimos cuatro, tres años de vida; que son más bien olvidables. No quería sentir algo así como el dolor de ya no ser. Y ahora, ni sabe por qué o si, hablando con Sol, entiende que con menos años, recursos y sola dio una serie de batallas que matarían a más de un avezado en la primera carga.

Dicen (dice Borges) que el destino es fatal con las mínimas distracciones y en su caso fue implacable. Pero también el destino es leal con los que buscan enmendar eso que los distrajo y todo su entorno. Con quienes no se quedan y dicen que ya está. Con quienes pudieron haber perdido una espada pero aún tienen dos manos para ir por lo que quieren. 

Con esos a quienes nos escupieron veneno en la cara pero en lugar de dejarnos ciegos, terminamos teniendo cien ojos

Otra vez, en su taco de anotar cosas, delineó una suerte de mapa:

"Hay un momento donde los héroes además viven. Donde los que la pelean ganan . Donde los buenos no mueren. Hay un momento donde perder no es más opción. Y de ese momento depende el resto de toda tu inmortal vida".


lunes, 1 de marzo de 2021

Al fin, el mar



La primera vez en que vi el mar fue un tiempo después de la muerte de mi viejo. Veníamos en el colectivo mi vieja, mi amiga Luchy y yo. Paramos por algo que ni recuerdo en Necochea y las olas gigantes me despertaron maravillada. 

A Luchy también se le había muerto su viejo (en realidad, se había matado). Era 1993. Mi mamá nos llevó a Villa Gessell y yo estaba fascinada con las tres rompientes del oleaje.  Algo del dolor que aún ni sabía que tenía se quedó en alguna de esas correntadas. 

Nací de cara al mar pero pasaron un par de años para que lo vea de nuevo en mi país. Recuerdo San José del Carrasco y las olas otra vez inmensas e inabarcables. Piriápolis y ese estruendo fascinante que a mi vieja no la deja dormir y a mi me acuna.

Ya más grande fue el turno de Mardel, Gessell de nuevo, Chile, Río y otra vez el paisito. 

El mar me hace bien y no se de cuantas cosas más puedo aseverar lo mismo.

Me sana y me calma aunque aún no aprenda a nadar y tal vez nunca aprenda. Me deja muda, alegremente muda sin tener más que agregar. Perder la vista pensando en que enfrente está el paisito, la inmensidad más manifiesta, esa grandeza; me hacen la más feliz de las pibas invisibles.

El mito del viento y el agua que me recuerdan a vos. Saber que donde haya mar el espacio es mío. Así la última vez en que lo haya visto me haya acompañado un, digámosle, innombrable. Así a vos te haya dicho que yo iba a estar siempre, incluso después del mar, después de todo y, siga estando.

Porque el mar me sana, me salva y me da magia. 

Porque el mar sabe que mis ojos son suyos y mis secretos van a cambio. Con cada ola que me dice; al fin, el mar.

Cuando era una nena y ahora, a quince días exactos de mostrarnos, aunque sonrientes, las fauces; de nuevo y frente a frente.

 

lunes, 8 de febrero de 2021

Escribo (segunda parte)

 



Escribir sobre lo que está pasando y moviliza

Publicada en Victoria Rolanda, mujeres de revista

Tocata y fuga: Se terminó Dr. House

¿Cómo te puede gustar una serie sobre un tipo rengo, maniático y que toma remedios?, me preguntó escandalizada mi media hermana cuando la hice guardar silencio porque empezaba Dr. House. Para no alargar la conversación, porque verdaderamente quería ver el capítulo tranquila, le dije que era normal, nuestro padre era rengo, maniático y tomaba remedios. “Le dicen Edipo”, le largué y creo que no le gustó ni medio lo que estaba escuchando porque ella de papá, no habla y tampoco necesita psicólogo etc. etc. etc.

Pero la verdad es que, lo que me fascinó de este médico que resolvía enigmas para curar enfermedades es que no era el típico personajito de serie taquillera. Era cabrón, enfermo, retorcido cuando quería, complicadísimo y muchas veces oscilaba entre la locura y la genialidad aunque “de cerca nadie es normal”. Será por esas características o por mi vocación consabida de ir por la vida levantando tipos problemáticos a los que por supuesto, yo voy a arreglar. Le dicen Edipo parte 2 (ja).

Además, los temas médicos siempre me intrigaron, toda esa cosa de por qué el cuerpo es una maquinaria perfecta que nos empeñamos en llenar de imperfecciones cada día, muchas veces hasta dañarla. 

House tenía (ya terminó, Dios mío) historias más o menos interesantes en cada episodio. Pero siempre tenía una constante. Ese sujeto que buscaba para ver si se encontraba a sí mismo. Ese ser que se pasaba horas y horas en el trabajo para no tener que volver solo a su casa a tocar el piano y a tomar whisky, peor  que un perro pulgoso aunque no le faltaran candidatas.

Hace un par de años, creo, tuve un shockhouse. Fue cuando se internó en una especie de manicomio y ahí, entre otros internos, el límite entre locura y normalidad era tan incierto como sus posibilidades de dejar de tomar Vicodin como si fueran aspirinetas. Me pregunté si alguna vez House iba  a poder encajar en el mundo y me di cuenta de que no. De que el se prefería así, sin ser del todo “normal” pero sin que eso tampoco le costara demasiado. 

Su frase, en plena “curación” había sido algo así como “Tengo un ruido en la cabeza, busco que sea solo un murmullo”. Y me pareció algo tan rotundo, me pareció un no gigantesco a no renunciar a quien uno/a es. Si antes era fan, ese día pasé a ser devota.

Muchas veces largué lagrimones por House y muchas otras veces me quedé pensando y pensando… Pero nunca me dejaba con gusto a poco. También muchas veces deseaba ese grado de impunidad que tenía para agarrar a bastonazos a media humanidad.

No voy a ser tan mala gente para contarles el final que por estos lares aún no se vio. Pero puedo asegurarles que si bien no es el típico happy ending aunque tampoco es el desenlace que yo esperaba, no defrauda. House es quien es hasta el final, siempre con las botas puestas.

Y creo que ese es el secreto, la franqueza del personaje. Alguien que se animó a decir desde el principio “Todos mienten, aunque sea por diferentes razones”, pegándole una patada en el culo a los preceptos de moralidad, verdad y no se cuantos blabla.

House te dice que no somos perfectos. Y que está perfecto que así sea. House te dice también que las razones hacen a la diferencia y que el amor no lo enferma (en todo caso se enferma la doctora que termina con bebé, marido, mascota etc. accesorios).

House te dice que podés tener la desgracia (gracia) de no pertenecer pero que podés y debés no dejarte servido/a en bandeja. Y hasta podés vivir sin ser survivor. Y que si, todos sufren. El. Ustedes. Y si, yo también aunque nadie lo vea.

Hasta la próxima serie que me desvele y me haga repensar (sisis debo dejar de pensar tanto ya se), queridas Victorias Rolandas!


Inédito

Me sigue resultando increíble que entre vos y yo haya una pared y un mármol y algo de madera. Todavía tengo intacta la ilusión boba de que si abro el cajón tu cuerpo va a estar ahí como la última vez que lo vi. Y voy a poder abrazarte como si nada. Pero ahora puedo hablarte. Me siento frente a tu tumba y te cuento mis derrapes, mis miedos y mis traumas. Y el día está horrible, casi tan feo como ese en que te fuiste. Pero cuando digo que quisiera un abrazo sale el sol con todo. Y lo siento. Y quiero creer que me haces un guiño desde algún lado. Y te digo que me fui de pista. Que tengo una pelea con el tiempo. Y te prometo llevarte al paisito de nuevo. Tu paisito. El mío. Ese que nos hace en parte todo lo bueno y lo malo que tenemos. Y hasta te confieso mis miedos papá. Ahora que me animo a acercarme como puedo. Después de todo siempre estuviste ahí. En esa tumba sin nombre. Esperándome.


Escribir a pedido

Publicado en el resumen anual Maestría de Clarín 

Adaptado del guión de Pabellón 5, Sueños de Libertad, América TV

El "Coqui"

Se cosió los ojos, se cosió los labios. Con una aguja y un hilo que lograron atravesar todos los controles que impone la Unidad de Detención de Piñero, Raúl el "Coqui" Flores trabó la impotencia en su cuerpo. Fue su protesta, su escape, su manera de recordar que de los detenidos por el asesinato del tesorero de Hugo Moyano, Abel Beroiz, el se llevó la peor parte.

El Coqui, que cuando estaba prófugo de la policía se cambió el nombre por el de Ezequiel Martínez, pasó de pibe chorro a asesino casi con la misma fugacidad con la que dilapidó en cocaína los 20 mil dólares que le pagaron a manera de anticipo por sacar del medio al legendario dirigente gremial. El Coqui se transformó en sicario cuando decidió aceptar ponerle fin a la vida del camionero, a cambio de 80 mil pesos.

Su prontuario era frondoso, tenía hurtos con uso de armas, estaba prófugo por otras causas, atormentado por su adicción, pero nunca había matado a nadie. La culpa y el miedo le ganaron la pulseada, Coqui mató pero Coqui también confesó.

"Yo lo maté a Abel, le pegue los tiros, no lo apuñalé", le contó al juez de la causa el doctor Osvaldo Barbero. Coqui asegura hoy mientras revolea los ojos y mueve las piernas ansiosamente que cuando cometió el crimen, llevaba cuatro días amanecido. Hacía cuatro días que la droga lo mantenía despierto, que le jaqueaba los pensamientos.

Sin embargo, cuando el Coqui descargó los tiros sobre Beroiz, se asustó. Tanto que dejó en el mismo lugar del crimen, la cochera número 14 del automóvil club argentino de Rosario, una carpeta con la foto recortada del hombre al que debía ejecutar.

Sin pensarlo, salió corriendo por una de las calles más transitadas de Rosario y puso fin a su derrotero, al menos por un tiempo, cuando se refugió en la ciudad de Tostado al norte de la provincia de Santa Fe.

El Coqui tiene dos aritos, dos piercing encima de las cejas, los ojos celestes, la mirada perdida que trata de ocultar aún más desde debajo de la visera de una gorra. Jamás esboza una sonrisa, nunca, está como petrificado. El Coqui, asesino a sueldo, muestra con orgullo los tatuajes con los nombres de sus dos hijas y hasta habla de amor, del amor que siente por la mujer que es su compañera desde hace más de cuatro años.

También habla de arrepentimiento, sabe que la familia de Beroiz nunca va a perdonarlo, pero dice que pedir disculpas es lo único que lo libera de las cargas, de las sombras que le crecen adentro. Tiene 24 años y de algo tiene la certeza, su destino, su juego en la vida, tenía todas las cartas marcadas.

La vida del Coqui fue en un momento la de cualquier pibe que crece y se cría en el barrio La Tablada, una de las villas más prolíficas de la periferia sur de la mal llamada Chicago argentina. La Tablada es un barrio singular, fue la cuna del temido Torombolo, un pibe narco que solo dejó de atemorizar al barrio cuando lo encontró la muerte. También, fue la cuna del genial escritor y educador Rubén Naranjo, que construyó sueños de cultura y educación popular en la mítica biblioteca Vigil.

En una cuneta de La Tablada, cuando tenía 6 años, el Coqui se encontró con su padre muerto. Tirado boca abajo estaba su cuerpo, yaciente, frío, inanimado. La vida del Coqui pegó un vuelco, el, el mayor de seis hermanos, se sintió roto por dentro.

Sin embargo, fue hasta el puerto local, donde trabajaba su papá y allí comenzó a trabajar él también. La fatalidad seguía ensañada con él. Un accidente laboral le cortó los tendones de todo un brazo, la persona que gestionó su indemnización laboral fue después una de las que le encargó el crimen que ahora lo tiene tras las rejas.

Sin trabajo, sin plata, malherido, el Coqui siguió el camino de la delincuencia como tantos otros pibes de La Tablada. Claro que un día, como dice él, tuvo que pegar un tiro. La persona no murió pero el fue derecho al correccional de menores.

La vida en el correccional no fue fácil. Un grupo de presos lo quemó con agua caliente. Lastimado por dentro y por fuera el Coqui se fugó. Y así sin saberlo tal vez, su libertad estaba otra vez condicionada, su gestor se convirtió poco a poco no solo en la persona que trataba de que la indemnización le llegara, también se convirtió en el que le proveía la cocaína, en el que lo ayudaba para que se volviera invisible ante la policía.

Ninguna de esas ayudas fueron gratis. El precio un día se lo vinieron a cobrar todo junto.

Primero le mostraron la foto de Beroiz, después le dijeron que a ese hombre tenía que quitarle un maletín. Con sigilo y dedicación le enseñaron los movimientos de quien él aún no sabía era su víctima. El hotel donde paraba cuando se quedaba en Rosario, donde iba a comer, donde dejaba el auto, a que hora.

Cuando el mapa quedó completo, unas horas antes, le dijeron claramente, ahora tenés que ir y matarlo.

El Coqui dice y asegura que no sabía ni el día de la semana que era, que estaba enroscado, paranoico, con miedo, todo eso y todo junto. Que cuando lo tuvo enfrente apretó el gatillo una dos tres cuatro veces, que las puñaladas que terminaron de rematar no se las dio él, aunque hasta ahora, los expedientes judiciales indiquen lo contrario.

Ahora, el Coqui asoma la cabeza desde una ventanita minúscula, en la celda donde pasa sus días solo, con una televisión a todo volumen e incontables atados de cigarrillos negros que deglute uno atrás de otro. Cerca suyo descansa otro célebre personaje del hampa local, El Loco de la Escopeta.

El Coqui espera como tantos otros presos ansiosos los fines de semana, no solo su familia, su mamá Mara y su mujer; llegan a visitarlo. También lo hace asiduamente su abogado, Gonzalo Basualdo, que no para nunca de aleccionarlo y de darle reprimendas y que le lleva yerba, azúcar y cigarrillos para que le de bolilla. Y una cola de periodistas que buscan que cuente más detalles de ese crimen, que hable de las mafias del sindicalismo que él asegura que no entiende aún al día de hoy.


Publicada en revista Fanzine/Diario La Capital

No tan fracasados

Contraponiéndose al esquema social que sobrevalora al éxito como carta de presentación, la muestra “Grandes Fracasos” que se podrá ver durante noviembre en el Centro Cultural Rojas rescata el descarte de los artistas para darles una nueva oportunidad.

Si existe un calificativo, un mote al que casi cualquier artista o persona con cierto grado de exposición elegiría evitar como sea, el término fracaso o fracasado ocuparía el tope de las elecciones. No es para menos si se considera que en las voraces sociedades actuales, subir al podio de los ganadores es el objetivo a conquistar. Basándose en esa premisa, confesa u oculta, dependiendo de quien se trate, el espacio de exposiciones del Centro Cultural Rojas decidió hacer una convocatoria impensada. Que cada artista lleve a la muestra aquella obra que considerara un fracaso. Fracaso por contraponerse a sus deseos, por no haber logrado nunca ser expuesta entre luces y copas burbujeantes o sencillamente, por haber quedado inconclusa.

Grandes Fracasos se titula esta particular muestra que se propuso enseñar el “lado b” de los artistas plásticos resignificándolos por fuera de los márgenes preestablecidos. Y tal vez, de manera consciente o no, conjugar el pasado reciente de un país exitista con trece pinturas, espacios intervenidos, fotografías y pequeñas esculturas.

Máximo Jacoby es el curador e ideólogo de la propuesta. También el responsable de que la apertura de esta exposición esté precedida por la frase emblema del ex presidente Eduardo Duhalde, que aseguraba “Argentina es un país condenado al éxito, no lo duden”. “Es un discurso que está presente en casi todas partes, la idea era saber por qué ese artista vivía su obra como un fracaso, no fue una convocatoria peyorativa, fue una invitación a reírse de uno mismo, para que muestren lo que nunca se mostró, para huir de ese temor de fracasar sin siquiera hacer la prueba”, aclara el organizador.

Claro que esta revisión subjetiva se gestó con formas diversas en cada una de las cabezas de los artistas que dieron el si. Karina Peisajovich, cultora de lo abstracto, se animó a exponer una pintura que copió de Cézanne y que durante años durmió bien oculta en su taller. O la obra que se salvó del basurero, propuesta por Silvia Gurfein y que entrecruza restos de materiales y paletas de pruebas que sirvieron de bosquejos con una escultura pequeña, casi amorfa, que carga sobre sus espaldas una esfera de colores. “Cargar el peso del arte, de la pintura del mundo sobre las espaldas”, refiere reflexivo el curador.

Más allá del gusto o satisfacción personal de cada artista, algunas obras estaban o parecían condenadas a no ser expuestas. Eso le pasó a Florencia Cabeza, que intervino con madejas de colores y materiales típicos de la región distintos paisajes del noroeste argentino como el Pucará de Tilcara o las Salinas Grandes. Esas esferas de color pequeñas insertadas en un ambiente abismal de la naturaleza, llamaron la atención del director del museo regional. Claro que jamás pensaron ambos que el derrumbe de una pared del espacio dedicado a esa exposición demoraría la muestra de esta serie de retratos, al menos hasta esta nueva chance que la artista encontró en el Rojas.

La fotografía despojada de contexto con  un singular plano que enfoca una camilla había quedado “discriminada” de las presentaciones de Pompi Gutnisky. “Ella misma sentía que esa parte de la obra no encajaba en ninguna parte, pero acá, como única imagen, se animó a mostrarla”, relata Jacoby. Claro está, hay imágenes que no se quieren mostrar y otras que prefieren dejarse ocultas. Una serie de documentación de la última campaña política de Carlos Menem fue el eje de la propuesta de Ezequiel Muñóz. El, retrató la superposición de los afiches de “Menem 1999” pegados con engrudo a otras propagandas callejeras que contenían singularmente, imágenes de un demonio o de un león al acecho.

Tachones, rayones en rojo y negro y hasta un lápiz clavado como una estaca en el centro del cuadro sirvieron como exorcismo para Carlos Huffmann. Con la bronca a un lado y la catarsis resuelta, los restos del ataque de ira hoy cuelgan en la pared del Rojas con una tranquilidad inquietante.

“Las explicaciones de cada artista fueron diversas, Diego Gravinese me dijo que notaba que a medida que combinaba colores y seguía con el proceso de craquelado sobre la tela, notaba que no podía parar de hacerlo, pese a que el lienzo terminó por partirse”, recuerda Jacoby parado frente a la obra. “Esa técnica repetitiva, imparable, dio lugar a nuevos colores, no fue un mal fracaso”.

Tampoco fue un fracaso la obra inconclusa de Fernando Sucari y Nicolás Vilela  y que quedó en bocetos y algunos ensayos. La convocatoria del Rojas logró el acuerdo demorado y hoy esa serie de desencuentros está expuesta y es obra al fin. También se ganó un buen espacio entre las paredes del Rojas la pegatina de Porchi con relojes de plástico, esponjas de colores y libros para pintar y que interpela en su texto: “Miren al pobre looser de Van Gogh”. El tiempo y las limitaciones que preceden o conspiran para el fracaso quedan aquí al descubierto.

“Nadie puede decir que no entiende esta muestra, fijate lo que pasó con el rugby que era un deporte de chetos que nadie entendía y de repente, cuando se empezaron a ganar partidos, éramos todos Pumas”, subraya Jacoby que además guarda un alegato en la manga. “Si yo te digo que esta obra es un Premio Nacional, nadie cuestionaría su éxito”.

Hasta los caprichos de la tecnología aportaron a la idea de Grandes Fracasos, el plotter con la justificación de la muestra nunca llegó a tiempo, la máquina que debía imprimirlo se había trabado. No quedó opción y con engrudo y cinta de embalar, el texto estampado en una cartulina quedó adherido a la pared en lugar del prolijo ploteado. “No fue un guiño curatorial, pasó eso y sin embargo, terminó otorgándonos más coherencia”.

Fracasar al menos en el amplio sentido del término no resulta grato y sin embargo, se trata casi de una constante. Hasta el fracaso del cual no pueden salvarse los personajes de la literatura de Onetti, solitarios y postergados, encuentran un refugio feroz en su conciencia donde se abren nuevas puertas. Fracasar o no es definitivamente, una cuestión absolutamente personal “Queríamos desacralizar la idea de que llegar es sólo para elegidos, mostrarlo acá, de cara a la calle Corrientes”, abunda el curador de pie frente a la obra que mejor resume la muestra, un castillo de naipes que cae al encontrar su altura máxima, pero que puede volver a construirse cuantas veces se quiera, cuantas veces sea necesario.

Publicada en Mirador Provincial/Diario El Litoral

Karina Echeverría, la mujer que regaló el tiempo



miércoles, 3 de febrero de 2021

Escribo

La Piba Invisible es mi lado b. Mi cara literaria. Aunque todo tenga que ver siempre con contar historias. Lo abrí a instancias de publicar en un espacio online el cuento Palermo 10AM que ganó el primer premio  Cuento Breve de la edición Barracas al Sud (secretaría de Cultura del municipio de Avellaneda - 2014). 

Guarda un cinco por ciento de todo lo que llevo escrito. Y seré franca, lo abandoné durante más de un año y me sorprendí cuando vi que pese a mi dejadez me leían desde Rusia, Alemania y EEUU y que tenía 300 mil lectores únicos.

El año pasado, pre pandemia, mi idea era pasar tres meses en Mar del Plata dictando talleres literarios junto a mi colega y amiga Sole Moyano Fagnani. Sin embargo la cuarentena nos obligó a barajar y dar de nuevo y los talleres online fueron la opción; ya no para pasar un verano distinto sino para hacerle frente a todo el pandemonio de encierros, cepas, desencuentros; que significa aún hoy la primer pandemia de este siglo.

Nunca creí que el 2021 nuevamente nos pondría en la virtualidad pero aquí estamos. A punto de largar este segundo desafío. 

Sobre modalidades y demás detalles, teléfonos y contacto hay info en este link. Y sobre qué es eso que hace que escribamos, solo puedo hablar desde mi experiencia, pero como es una pregunta que se repite entre consultas, aquí va mi respuesta. Una parte de ella, para que el posteo no sea XL.

Escribo sobre lo que está pasando y me moviliza, como lo hice en "Las veces que lloré por vos".
Escribo sobre lo constante, que en mi caso es "Departamento 20".
Escribo también a pedido como es esta entrevista que publiqué hace unos diez años en el site narcisa.com  y que me parece oportuno compartirla ahora.

Entrevista a Pablo Ramos: “La literatura es lo más maravilloso que puede pasarle a una persona”
“…Si con sólo un toque de su mano la ferocidad le daba algo de espacio al amor, ¿Qué no podía ser posible entonces con un poco de tiempo?...”
Pablo Ramos, La ley de la ferocidad.
“…entonces no me mires como si no supieras de lo que estoy hablando
yo voy a estar acá cuando eso termine y después del mar y después  de todo…”
Pablo Ramos, Simple.


  A Pablo Ramos, a mi juicio, juicio totalmente subjetivo, lo considero el mejor escritor de estos tiempos porque escribe desde las vísceras, sin medir ni acomodar un punto, coma o sensación alguna. Leí y leo todo lo que escribe y convencida de mi opinión, convencí también a mi editora de Narcisa de hacerle una entrevista. 
  Llegué justo a tiempo, mientras tipeo estas líneas y desgrabo, Pablo ya está en Brasil disfrutando de los soles bahienses. Logré dar con él una semana antes de su viaje, lo encontré para la entrevista en una librería donde presentó su creación más reciente, su editorial propia “Del Subsuelo Ediciones”. 
  Llegó apurado, tratando de que libros y copas de vino infaltables en cualquier ágape literario quedaran en su justo lugar. Después se sentó conmigo en una mesa mientras la gente no paraba de llegar y de saludarlo.
- Ayer fue una noche preciosa, me quedé hasta tarde con Abelardo Castillo hablando de literatura, de mi trabajo del que viene hablando tanto. Empezamos a las 7 de la tarde y terminamos a las 4 de la mañana junto con un par de alumnos que querían conocerlo. Verdaderamente creo que el tema de cualquier escritor es la forma, el cómo lo escribo y hablar con este genio y ver que lo podía seguir en un 65 por ciento porque me falta un montón...Me siento bien en esa posición un poco anticuada de creer que tengo maestros y que la amistad que pueda surgir no me corta la perspectiva ni me ciega todo lo que puedan llegar a decirme. 
-¿Esto tiene que ver con lo que decís siempre, que de alguna manera, concebís a la literatura como tu vida misma?
-Es que no hago otra cosa, quiero hacer esto, dar clases, hacer libros, la literatura como profesión habría que entenderla como profesarla, estar escribiendo siempre, el estado de escritura permanente. Borges lo decía y no se lo creí hasta que eso me pasó. Estaba en San Juan tomando algo en un bar y venía una mujer a lo lejos, gritando que eran todos asesinos y que le habían hecho gualichos y yo decía seguro que viene para acá. Y terminó sentada al lado mío, es como cuando la pelota va al jugador, tengo todo el tiempo situaciones literarias.
-¿Cómo que estás atrayendo esas cosas?
-O siendo yo atraído por esas cosas, esto precioso que dice en ese volumen reeditado de Carson McCullers, con unos prólogos muy lindos de Rodrigo Fresán que … debería dedicarse a escribir prólogos. Bueno, ella dice que todo lo que sucede en sus historias le sucede o le sucederá. La realidad me responde a mí como yo a la realidad. Esa mujer viene a mi, tiene hambre le pagué un sándwich, me agradeció y se fue.
-Y se dio cuenta de que la escuchaste…
-Claro que la escuché. Ojo, no es que cada cosa que me pase la uso para escribir, porque tampoco hay que prostituir a la realidad, pero en algún momento sirve. Ayer estaba en el subte, vi uno que estaba leyendo “Un mundo feliz”, de Huxley, la última página. Y yo pasé a ser el observador de una persona que estaba leyendo el final de una obra maravillosa. Y yo digo, ¿qué miro? Al libro o al tipo???
-Al tipo!!!
-Claaaaro, al tipo. Él me confirmó que la literatura es lo más maravilloso que puede pasarle a una persona. Estaba en ese vagón porque estaba leyendo una nota mía en otro vagón, me caí casi arriba de una chica y me sentí avergonzado y eso me llevó a lo otro…
De repente, una mujer saluda a Ramos, le hace un saludo con cierto doble sentido y él me pide no grabar el comentario que hace sobre ese saludo. Después sigue con su relato.
-Los buenos diálogos pasan por debajo viste,  se habla con una segunda intención, con lo que se dice con la mirada…
Nuevamente, otra persona saluda a Ramos en su paso al sitio de la presentación. Él lo llama casi a los gritos. Me lo presenta y fiel a su estilo dispara: -Vení, saludala a ella, que está bárbara!
-No, no digan eso  que yo después transcribo todo textual…
-Pero es verdad, todos ellos piensan lo mismo…
-Bueno ok, júntense todos y que me lo digan, así ahorro en terapia…
-¡Mirá! hasta tarjetas me hicieron, con mi nombre… Ay, en qué estaba???
-En que te siguen los sucesos literarios, en que no concebís a la literatura a medio tiempo ni como profesión establecida. ¿Se escribe desde uno mismo,  de lo que uno recuerda de otros…porque se nota un compromiso personal tremendo en tus libros?
-Es que es absurdo pensar que se escriba desde afuera de uno…
-Pero Tom Wolfe dijo en su última visita a la Argentina que siempre es más interesante lo que pasa por fuera de la vida del novelista que sus propios traumas internos.
-Pero la vida de otro, lo de afuera de la vida de uno, escrito desde uno, qué es sino la visión de uno??? Rilke estuvo diciendo gansadas, negamos a Carver, a Chejov y a Sartre??? A Sartre le preguntaron una vez, cómo empezaría su novela. “Me llamo Jean Paul Sartre y pienso esto”, respondió. Me partió la cabeza, tiene razón, el yo en los tiempos que corren ganó enorme dimensión, yo voy al presente, escribo en primera persona pero no puedo ver más de lo que el personaje ve de sí mismo. Pero creo que la primera persona tiene una posibilidad de hondura emotiva, más allá de esas limitaciones. Mirá, un día llega una alumna mía muy mal al taller, me dice que la desalojaban junto con su madre, que no podía hacer nada. Y yo le digo que puede hacer algo, que se calme y que escriba de eso y ella vuelve a la casa y mira los montones que se llevan de cosas, los muebles del abuelo, ve las capas de pintura que pasaron por la casa y empieza a imaginar y escribe y el cuento gana el premio del Fondo Nacional de las Artes. Y estaba tan contenta, los libros y premios sirven para eso. Este hombre, (agarra uno de los libros que acaba de editar con su flamante sello) José Campus, venía pegando a mano los libros hasta que ganó un premio…
-¿Es el poder transmutador de la literatura?
-Es eso, sirve como incentivo, no está mal sino ganás, pero son los riesgos.
Ahh mirá lo que me acaban de traer. Tomá uno, te lo regalo.
El regalo es un cd de poemas breves grabados por Ramos, que se titula Simple y que trae además ilustraciones en tinta china y un acompañamiento de guitarra. Los mira recién salidos de sus cajas y asegura que le quedaron preciosos. Yo le agradezco el regalo y él sigue con la charla.
-¿De qué hablábamos nena? 
-De la chica desalojada que terminó ganando un premio.
-A si ya me acuerdo…¿Te terminé de contar?
-Si. Tus lectores dicen que hay un antes y un después con tus libros, padres, tragedias, odios, muertes; lo que todos más o menos tenemos adentro. ¿En algún momento lo calculaste, mediste ese efecto que hace que después de tus escritos el resto parezca, por decirlo de algún modo, livianito?
-No, eso pasa… Pero no está mal lo  liviano, te cuento que ahora estoy escribiendo otra novela, la parte donde la madre de Gabriel (Gabriel, el personaje central de La ley de la ferocidad) se levanta cuando su marido ya está muerto, es una novela de 150 páginas, cuenta la historia de la familia, de la preocupación por su hijo, por las drogas, por las enemistades. No me da vergüenza hablar de ternura, no temo al amor ni a la ternura, por eso hice La ley…, en un momento de ese libro, 
Gabriel dice “escribo porque temo perder la ternura para siempre”. 
Cómo no voy yo a escribir eso si yo me fui tan chico a vivir a la calle, si yo conocí la cárcel, las estaciones, ojo,  no me siento orgulloso. Yo casi no estoy dando entrevistas porque se entiende mal, se entiende que hago publicidad a mi libro con “tuvo una vida difícil”. No es así, fijate que ya salió la tercera edición de “El origen de la tristeza” y son 14 mil ejemplares vendidos por el boca a boca de la gente. Y ese libro y “Cuando lo peor haya pasado”, fueron escritos simultáneamente.
-No podés despegarte de la literatura…
 
-Por eso me voy a Brasil…
-¿A qué te vas a Brasil?
-A escribir, para no tentarme porque me llaman y por 200 pesos dejo de escribir para ir a algún lado…
-Pero te vas a Bahía que no es cualquier lugar de Brasil…
-Es que me gusta mucho Bahía, la mujer que amo es bahiana, además tengo una misión, que son los pibes de la calle que viven ahí.
Ya se acerca la hora de la presentación, llegan los periodistas, Ramos está contento por la convocatoria. Pero increpa a los chicos de la librería “Cheeee los libros para los periodistas, tengo que estar en todo cheeee”.
Después de los gritos que no le hacen perder la buena predisposición me cuenta que “labura para los pibes de la calle”. Pero pide que no dé más detalles, prefiere cierto anonimato.
Sin embargo no esquiva hablar del compromiso.
-Fui comprometido toda la vida. Con amigos, enemigos, padres, mujeres, chicos. Vos, cuando ves a alguien que escribe timoratamente, que no es comprometido,  te da de pensar que también hace el amor así, es eso nena…
-¿Cuánto tiempo viviste en la calle?
-Un año y después pensión tras pensión y favor tras favor y empecé de cero para llegar a mucho, tengo mi casa, tengo un bar, le compré la casa a mi vieja ,le di una vuelta enorme a la vida. No escribía antes porque no  tenía tiempo…
-¿Pero el deseo de escribir lo tenías desde antes?
-Si, pero tenía mucho miedo, viste, están todos re nerviosos, es que toda la guita que teníamos está ahora acá, está en los libros, en plena crisis mundial largo una editorial donde los autores no pagan y hasta reciben adelantos…Ay parezco el Papa desde acá mirando para todos lados…Me fui para cualquier lado, no?
-No importa, yo lo ordeno después… ¿Cómo te encontraste con estos tres primeros autores?
-Y, lo digo en este prólogo de uno de los libros, es la vida, las situaciones literarias que te decía.
-Última pregunta, hablando de causalidad literaria, ¿de dónde sacaste el nombre Clarisa, para uno de los personajes de La ley…?
-Es un homenaje a la única maestra que pudo entender la sensibilidad de mi hijo Julio, al acariciar y encausar a mi hijo, lo protegió. Yo la llamé y le dije que necesitaba a Gabriel yéndose de una madre a otra madre y le pedí el nombre. Yo dinamito mi vida y construyo con lo escombros de mi biografía, eso fue un escombro que sirvió de ladrillo. ¿O qué diferencia hay entre que amen a tus hijos y te amen a vos? ¿Vos tenés hijos?
-No.
-¿Tenés hermanos?
-Media hermana…es largo de contar…
-¿Uhhh pero podés imaginar lo que te digo. A ver, amores tendrás miles?
-¿Cuánto tiempo tenés para que te cuente?

  Cinco días después, con una sola pregunta más en el tintero, Ramos me dice por mail el porque de sus personajes, o de los ejes de esos personajes:
*La mujer es LA CASA, el refugio último del alma de mis personajes. La iglesia, su lugar de verdadera comunión, sea esta una puta, la tía Laura o la madre, o la hermana.
*El padre es el poder, el macho dominante, lo que hay que derrocar, pero a la vez lo que hay que ejercer, por mandato aunque no estemos preparados para eso.
*La madre es de donde nunca tendríamos que haber salido. Quiero decir casa tumba o algo así.
FIN
  Volviendo a mi, sobre todo, escribo porque escribir salva. Y puedo dar fe de ello.

sábado, 23 de enero de 2021

"Ni a la muerte"

 

De un tiempo a esta parte me vengo planteando el abrir este espacio a otros que como yo creen que escribir, salva. Hace casi un año, un querido amigo perdía a uno de los suyos. Como ambos tenemos horarios noctámbulos y como lo quiero muchísimo, me quedé a la distancia aguantando un poco su dolor, poniendo la oreja. Así me compartió este texto que en 2011 su amigo había escrito, como necesidad, premonición o trascendencia; quien sabe y que le dije de subir a este blog. Tarde pero a tiempo, "Hijos míos", el texto que Alejandro Roger dejó como manifiesto y porque no como una suerte de enseñanza.


Hijos míos: Hay un tiempo para nacer, un tiempo para crecer, un tiempo para morir. Por eso, lo más valioso es lo que grabamos en el alma, a través de los mejores pensamientos, sentimientos y acciones.

Quien sabe que su cuerpo es el tiempo, comprende la vida y sabe que cuando termina el cuerpo, termina el tiempo y tal vez comprenda y haya aprendido que lo que viaja dentro del cuerpo y con él, es infinito y eterno.

Quiero ajustar mi tiempo y vivir estos momentos como los mejores instantes de mi vida, sintiéndolos muy cerca en nuestras almas y grabemos esos instantes en lo profundo de nuestro ser, en lo profundo del corazón: …”Es noche para amar, como ninguna. Para morir también, pues todo tiembla, Con el misterio de las horas únicas…”

El Sentido de la Vida me atraviesa. Y solo puedo expresarlo en mi apertura y mi sonrisa, en mi abrazo y en mi mirada en búsqueda de la mirada profunda dentro de sus ojos.

Busquen el Sentido dentro de sus ojos, detrás de ellos y en lo profundo de su corazón. Allí radica la certeza de que la muerte nada detiene, de que es solo la apertura de los botones del maravilloso saco, para darle apertura al cuerpo inmortal, el energético, el espiritual.

Hijos míos, aprendan a amar mas allá del cuerpo y del ensueño, conózcanse a sí mismos y sus límites y así conocerán la verdadera liberación, la verdadera libertad, el verdadero amor.

No teman a nada, ni a la muerte, última ilusión de la conciencia.

Conozcan la conciencia y su funcionamiento en ustedes mismos y conocerán el funcionamiento de la especie humana.

Queridos hijos, intenten sin descanso ser coherentes (pensar, sentir y actuar en la misma dirección) y traten a los demás como quieren ser tratados. No pierdan el tiempo: conéctense con ustedes mismos (hay herramientas para ello, saben que yo las utilizo) y reconcíliense con todo lo existente, con ustedes mismos. Comuníquense con sus hijos, nunca dejen de intentarlo y traten de comprender a sus padres, puesto que nosotros nos hemos formado en otros paisajes mentales y humanos, que condicionaron nuestras actitudes, nuestro comportamiento.

Perder el tiempo es perder el cuerpo, el maravilloso traje del que hemos sido dotados para cumplir con la misión que descubramos (si es que deseamos descubrir el sentido de todo lo existente, el sentido de la vida).

Quedan por siempre en mi alma grabados los mejores momentos que vivo cuando miro hacia lo profundo de sus ojos y los siento dentro mío.

No tengo nada más importante que decirles, aunque tal vez ustedes necesiten que les diga que yo los amo… (pero sinceramente soy yo quien lo necesito) Yo los amo mas allá de mis ensueños, mas allá de mi cuerpo, desde lo más profundo, más allá de mis intereses. Yo amo la libertad que registro dentro de ustedes y eso lo aprendo de ustedes que me han permitido y me permiten su corazón.

Gracias por darle tanto a mi corazón, porque lo único que entró en él a través de ustedes, fue la alegría de verlos y de sentirme siempre amado. Gracias.

*Publicada originalmente en https://www.pressenza.com/

lunes, 4 de enero de 2021

Fuerza de abarcarnos

"No demasiado, solamente un toque,

acaso un leve rasgo familiar,

pero que fuerce a todos a abarcarnos

a ti y a mí cuando nos piensen solos".

Asunción de ti. M. Benedetti.




Otra vez. Una vez más. Ya ni sé por qué vez vamos. Una vez más esa promesa que ya ni vos ni yo nos creemos de "no me ves más, no te vuelvo a hablar en la puta vida, buena suerte y hasta luego"; fue una promesa incumplida. 

Otra vez una charla que empezó fría y casi a reglamento terminó en un "¿todavía no te diste cuenta de que te extraño?".

Y otra vez una llamada tuya empieza con esa palabra que en tu boca jamás va a sonar como en cualquier otra: Amor.

Y otra vez y esta vez si llegamos a fin de año sin tenernos bloqueados en los teléfonos y sin pensar mirando un nombre agendado entre cientos, qué será del otro.

Y otra vez, lugar común la muerte, y yo teniéndote porque si te soltara; creo que me estaría soltando.

Otra vez vos y yo y esto que seguimos siendo. Se llame como se llame. 

Esto que nos abarca aunque nos pensemos y aunque nos piensen solos.