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miércoles, 14 de julio de 2021

Las mantenidas sin Padre

                                                   A veces un sorbo de sol tibio la separa de la niebla. Y una lucidez con vida de mariposa de dos segundos, desesperada y heroica, consigue traer de nuevo a sus padres, juntar nombres con rostros y revivir un Domingo hecho del tiempo en el que su amor está siempre vivo. en el que siempre hay risa, en el que siempre hay baile y en el que siempre es feliz como era”.
La Niebla. Agarrate Catalina. 



Supongo que hablar (escribir) de la muerte que tanto se empecina en recordarnos su existencia es mi única forma de conjurarla. Había apenas aceptado en mi cabeza que ya hacía un año de la muerte de la doctora Mir. Y de ahí en adelante la sucesión es tétrica, me vuelve una observadora que siente que nada puede hacer o hace poco. 

Se murió Sol y desde ese día no pude volver acá a escribir nada sencillamente porque no me salía. Pero después de Sol se murió la madre de una amiga y el padre de otra. Y en ese ínterin fatal me pasó algo que no pensé jamás sentir siquiera.

"Es la primera vez en que me hubiese gustado escribir para la mierda", le dije a mi amiga San por teléfono y le mandé la captura de un chat donde una vecina contestó a mi saludo al enterarme de la muerte de su papá diciéndome que "recibí ese llamado, a la madrugada, ese llamado que nunca querríamos oír. Sonó el teléfono y eso que escribiste fue lo que me vino a la mente". 

En todo eso, recalibré unas líneas que hacía mucho había empezado y que logré cerrar a modo de ofrenda para mis amigas, recientemente incorporadas a eso que llaman orfandad.

"Las mantenidas sin padre"

*Para Lis y Negrita y para todas nosotras.

Hace tiempo ya, parafraseando ese tema y cambiando la palabra sueño por padre; empecé a escribir sobre nosotras. Ese raro ejemplar de hijas únicas de madres viudas en una sociedad que insiste con imponernos el formato Campanelli. 

Estamos solas. Porque indefectiblemente somos en un momento madres de nuestra madre. Porque ya nos tocó parir la muerte de nuestro padre. Porque tenemos ya el espinazo roto desde el golpazo de la orfandad desde hace un tiempo. 

Pero también sabemos que en ese golpe, en esa cicatriz, en ese agujero; está la puta fuerza que nos sostendrá por siempre. Porque si y porque no nos queda otra más que ser fuertes y poder con todo. 

Porque somos varias y de a poco nos cruzamos y nos vamos ayudando a mantenernos sin padre ni madre y a veces hasta sin sueños pero con una fiereza que hasta hace pasar de largo a la mismísima muerte. 



sábado, 28 de junio de 2014

Departamento 20

"Para volver, a tu rincón y mi rincón en el planeta".
Mi ciudad. Agarrate Catalina.





Los uruguayos somos o nos creemos inventores de unas cuantas cosas. Entre ellas, de tener una suerte de espacio omnipresente cuya ubicación es ninguna parte; el departamento 20. Uruguay tiene 19 departamentos, el 20 es el de los uruguayos que ya no están en el paisito. Es el de los que se fueron o el de los que no volvimos o el de aquellos que ni siquiera elegimos irnos. El departamento 20 es como una sucursal virtual del país que te hace circular por donde vayas con una parte de Uruguay a cuestas.

Entonces, de cualquier parte, vas haciendo un pedacito de tu mundo, así, con recortes de cosas queridas, pegando las partes que te gustan, como un collage en el que elegís las mejores figuritas.

Mi collage tiene un principio de Río de la Plata, del otro lado, un mar hermoso hasta Piriápolis porque después "ya se llena de porteños" decía mi viejo, una murga que me encanta aunque baile mejor el cuarteto y tenga menos ritmo que timbre de cementerio. 
Mi collage tiene nostalgia de ese lugar del cual sé que salió papá, mi collage tiene esa inevitable necesidad de mirar el río. O un charco, o el mar, o algo, cualquier cosa que signifique un poco de agua. 
Mi collage tiene dos letras de himnos que se me cruzaban cuando era piba. Un gusto tremendo por el mate aunque lo tome dulce. Un amor enorme por eso que denomino "uruguayadas".

El "Pepe" diciendo cualquier huevada con el micrófono abierto y sin que le importe tres belines, Luisito pegando una mordida y hasta Forlán diciendo no me caso ni loco cuando la piba ya tiene el vestido y hasta la torta encargadas. Hace unos días me acordé que cuando tenía 19 y hacía re poquito que vivía en Rosario, un chabón me quiso robar y yo me lo saqué de encima justamente con un mordiscón. Será que los uruguayos tenemos algo de caníbales, sino pregunten por un tal Solís y por un par de pilotos que boludeaban cuando un avión cruzaba los Andes.

Con el Departamento 20 hacés que tu collage sea cada vez más grande. Sos hincha de un par de países de un par de equipos y se te puede complicar en la Libertadores. Recortaste un pedazo interminable del Paraná y ese caminito hermoso que baja hasta el Monumento a la Bandera, enganchaste la 9 de Julio, interminable, tan larga que hasta tiene horizonte aunque no lo notes y sabes que ahí atrás de un montón de cemento hay una cosa que se llama costanera.

Ahora el collage es más grande otra vez y te preguntás cómo ensamblar un pedazo de la pampa húmeda santafesina donde no hay muchas cosas más que el campo y los mejores años con una ciudad creada por la mano del hombre. Mendoza es un desierto pero nunca te das cuenta. Es la ciudad imposible que se abrió paso entre sismos y una sequía que raja aún más la tierra. Mendoza también tiene agua, corre por las acequias y está por todas partes. Y hasta tiene un lago, igual al del Independencia.

Y de repente cuando se corren las nubes te atropella una montaña, que si, es un poco más grande que el cerro de Montevideo. Y en un punto siento que Uruguay está cerca, Uruguay también es un país imposible, chiquito, casi una provincia, aunque no nos importe. Y todo es y todo existe. Tan imposible como andar llevando por la vida un pedacito de tu patria.