domingo, 31 de marzo de 2013

Efecto mar

Desde que tengo memoria el mar tuvo en mí ese efecto mágico que debe generarse por la inmensidad, el viento, el oleaje, el límite que no puede verse y se pierde en el horizonte.

El mar tiene capacidad de regenerarme, relajarme, distenderme pero sobre todo puede pasar como una suerte de escoba acuática por esos recovecos del alma que están maltrechos.

Esta vez no fue la excepción y con la espuma y el agua salada, siento que algunas de las piezas que me arman van recobrando belleza. Que a otras, les queda ese entusiasmo que uno suele tener cuando llega al mar por primera vez.

En el mar la piba invisible no es invisible porque todo colapsa ante la grandeza y queda como disuelto.

Y ahí puede despegarse del dolor, sacudirse las traiciones, coserse un poquito el alma.


jueves, 7 de febrero de 2013

La capa negra


A la piba invisible le cuesta llorar. 
A veces tiene hasta miedo de olvidarse. 
La piba invisible se pone encima, consciente o no, su propia capa negra, esforzando al extremo el coraje y dejando la ternura para otro tiempo. Un tiempo que no sabe a ciencia cierta, cuándo vino, cuándo vendrá.


domingo, 30 de diciembre de 2012

La última calle del mundo


La piba invisible a veces ve su reflejo y, entonces se ve, en lugares concretos.

La invitaron a visitar una casa que queda camino al cementerio, por la misma calle.

Es, le guste o no, la última calle por la que vio pasar a lo que quedaba de su padre. Y ahí se dio cuenta de que siempre trata de evitar ese tramo, donde se ve pequeña, demasiado pequeña, impotente, con un dolor que sentía que le cortaba el alma.

Era chica, sintió que Dios no la había visto ni mucho menos escuchado. Cuando vio ese cajón oscuro entrando en el lado izquierdo del nicho, entendió que había algo que no iba a ver nunca más.

Una mujer, en su buena intención, trató de que no mirara. No quiso. Era la única forma en la que iba a poder entender que ya nunca más iba a ser esa princesita que existía solamente en la imaginación de ella y en la de su padre.

Al día siguiente, ya era grande.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Borradas, invisibles

No alcanzaron 10 años de ausencia.
Dolor.
Pérdida.
No alcanzaron 10 años de meterse en la mierda para volverlas a la vida.
Cómo será la vida en uno de esos pozos, sometida, torturada, desaparecida en vida.
Cómo no pueden verlo.

***
Hace 9 años, por primera vez, me encontré cara a cara con una trabajadora sexual. Estaba en la sede de Ammar en Rosario, hacia poquito habían matado a Sandra Cabrera y yo iba a hacer una nota.

De repente, la mujer se levantó la remera y me mostró lo que antes debería haber sido su abdomen.  Tenía la panza desgarrada a palazos.

"Esto de acá es un pedacito de duodeno, que me quedó afuera después de que me cosieron los golpes", me dijo mientras se señalaba.

Le había pegado la policía.

Yo hacía fuerza para no vomitar y ella me decía que había otras que estaban peor, que eran muy chicas, que no las dejaban salir, que eran esclavas.

Ese día volví al diario odiando al mundo.

Y jamás pude anular en mi cabeza la imagen de ese cuerpo tan borrado, tan invisible.




lunes, 3 de diciembre de 2012

Todo lo sólido se desvanece en el aire

La piba invisible sabe que la vida no pasa por la red de redes, no necesariamente. Pero a veces se pregunta, tal vez por esa manía inquieta que tiene de preguntarse cosas, por qué ahora, que tiene un novio, un novio mostrable (un novio que no quiere esperar a ver cómo nos va, que no tiene que esperar un divorcio, una mudanza, un ver cómo le dice, etc.), que tiene un proyecto con ese novio, una vida con ese novio, cientos de planes con ese novio; ella aunque sea en un mínimo espacio, sigue siendo invisible.

La piba invisible siente que como ocupa otros lugares, un espacio virtual tampoco es un pedido demasiado delirante, sobre todo teniendo en cuenta otros pedidos que suele hacer. A veces se pregunta si sale con un agente secreto de la KGB, pero la teoría no le termina de cerrar, como no le cierran esas preguntas que una y otra vez rondan por su cabeza.

La piba invisible sabe bien todo lo que no es. Pero de la  misma forma, sabe todo lo que es. Y cuando eso que sabe, que conoce, se ve desdibujado, tachado o tapado, esa invisibilidad que da la sombra le genera un dolor, ahí, en esa zona rara del cuerpo donde duelen las cosas que verdaderamente importan. Ese cacho de esternón donde la vida se siente jodida.

La piba invisible comparte todo, porque la criaron brava pero generosa con los que quiere.

"Necesito que hablemos varias cosas, pero sin testigos", dijo la madre de su novio. ¿Soy yo un testigo?, pregunta a sus propias entrañas, porque no tiene a quien más preguntarle.

¿Cuándo vas de vacaciones?
¿Cuándo vas?
¿Se irá solo?
O sería ¿Cuándo se van?

La piba invisible a veces entiende por qué se cierra y por qué prefiere más de una vez que nadie la vea.
Por qué ese sueño recurrente donde desaparece en el aire, donde apenas simplemente se evapora, suele tener algún sentido.

La magia no existe, son apenas parches inventados.

Después de todo, la sombra de una, es la más cómoda de todas las sombras que existen.