viernes, 30 de noviembre de 2018

Sacate la armadura (ja)

Viernes : Ella recibe la llave de la casa donde se mudarán juntos.

El le hace bromas por la cantidad de ropa y zapatos.

Sábado: Disfrutan una cena y una salida. Hacen el amor. Ella pregunta si pasa algo. El dice "separémonos".

Domingo y etc.: Llora. No entiende. Escucha sobre sentimientos adecuados, intensidad, hasta escucha cosas que jamás dijo.

Martes: Mira al cielo, donde seguro andan sus ancestros. No sabe ni entiende. Vuelve a sentir un desamparo que le hiela los huesos.

Miércoles y así hasta el fin de semana, siente que algo o alguien la oyó. El hasta le dice "mi amor". Ella siente que las piezas del Tetris caen en su lugar casi sin esfuerzo.

Domingo, cinco de la tarde. Beso. Nos vemos el martes.

Un mes después, jamás volvió a oírlo ni a verlo.

Lo despidió con una carta mientras como puede, vuelve a ponerse la armadura.




sábado, 14 de abril de 2018

Muerte de mierda

Hace unos días, como si fuese un juego de eso que llaman destino y que me da tanta impotencia pensar que existe, la muerte como tal, me toca de cerca mientras sé que es abril, sé que en este mes papá se fue para siempre, sé que en este mes pero hace mucho, crecí en un día y para siempre.

Primero una persona conocida, no amiga pero que una conoce que me cuenta que un auto la atropelló. Luego conversar con la viuda de un ex colega que me contaba que del mismo modo en que vio irse a su marido mientras no llegaba una ambulancia, esta vez, salvó la vida de alguien que ni sabía quien era.

Antes de eso, la hermana de un escritor a quien quiero. Joven, clínicamente sana, tenía un merendero para pibes en Avellaneda y un día de la noche a la mañana, se muere.

Y el fin de semana, la hija y la mujer de otro colega, mueren en la ruta y él se salva raspando aunque que se yo si quedar vivo en estos casos es salvarse o todo lo contrario.

Lloré fuerte con otro colega y otro me habló del "odio de Dios" porque claro, un tipo bueno, compañero, solidario. ¿Por qué?

Y siempre pienso lo mismo, muerte de mierda. Muerte hija de re mil.

Y después un día me acuesto puteando al viejo, porque si, entre tanos las cosas son así y al otro día algo que me parecía un problema; parece arreglado "desde el cielo".

Pero sigo puteando porque no se, nadie sabe, que hay después. Y porque no saber no me gusta. Y por más que transmute, reordene y cicatrice; más allá de todo eso, MUERTE DE MIERDA.

miércoles, 24 de junio de 2015

Oración

"Soy de la orilla brava, del agua turbia y la correntada".
 Oración del Remanso. Jorge Fandermole. 

Cuando empieza el frío me cuesta más levantarme que de costumbre. 
Quisiera que la frazada se prolongue toda hasta no se donde y que de a poquito me sorprenda el nuevo día.

Pero sin embargo hoy a la mañana, entre tantas estrategias que usa, mi pareja decidió poner a sonar uno de los temas que más me gusta.

Oración del remanso es como una suerte de himno para quienes alguna vez vivimos en Rosario. Es una canción del río largo ancho y marrón que parte en dos una ciudad y un tiempo y es un pedido desesperado para volver y para seguir siendo.

Pude acostumbrarme a todas mis mudanzas, viajes y escapadas nómadas. Pero siempre extrañé ese río inabarcable, esas islas recortadas en la bajada del parque España, el agua que pasa y pasa impávida. 

Siempre necesité ver agua ante mis narices, paradójico en alguien que sabe nadar apenas.

Y así fue como me quedé un rato más pensando. Rosario es como esos ex de la adolescencia que te hacían parir pero que vos los querías igual. Rosario es el lugar donde todavía quedan las amigas que me entienden con una mirada y a las que les escribo cada cuatro meses pero "entienden".

Rosario es el lugar que tiene pedacitos de mi historia. Rosario todavía es el lugar desde donde un día decidí irme.

Somos lo que nos falta me dijo hace poco una amiga y de algún modo puedo hilar mi agujero existencial pensando que soy un poco eso. 

Querer lo que no se tiene, haciéndose nudos en la panza por lo perdido, mientras el río sigue pasando.


sábado, 4 de octubre de 2014

"Tenía uno igual"

Once de la noche. Al viernes le quedaba ya más de sábado que de viernes y yo salía del diario con el apuro lógico de un fin de semana que está por empezar. Casi a punto de bajar por las escaleras veo olvidado en una silla un suetercito. Suéter cortito, de hilo, color manteca, con estampas; de esos que te ponés en esta época en Mendoza donde no sabés si hace calor, frío o si solamente resoplará ese olor a lluvia que nunca termina de caer. Lo manoteo rápido y pienso en un segundo "se lo dejo al guardia, así no se pierde y vuelve con su dueña".

Eso trataba de hacer cuando entre el "chau buenas noches" firmar la salida y desear buen fin de semana, la realidad me pegó un tortazo de esos que a las apuradas apenas esperás que te de el alerta de alguna cablera y no mucho más.

El guardia, un señor cincuentón, amable y educado; toma el suetercito que yo le daba y lo empieza  a doblar con ternura, como quien está por guardar en un cajoncito la ropa de un hijo.
Porque esa fue la sensación que tuve al verlo y no estaba equivocada.

"Mi hija tenía uno igual", me dijo con los ojos vidriosos. Y yo en menos de un segundo entendí que había una hija que faltaba.

Apenas pude apoyarme en el mesón que sostiene el libro de entradas y salidas.

Y el enseguida me dijo, "mi hija, tenía 17 años y me la mataron, tenía uno igual igual a este". "Ud. igualmente no sabe", me dijo enseguida comprensivo sabiendo que aún soy la nueva de la empresa.

No sabía que hacer, que decir, que carajos hablarle. Me reproché cien veces en un minuto haber bajado el puto suéter.

Al guardia, al señor de la puerta, alguien, que algún día podrá contarme, le mató a su hija. Su hija tenía un suetercito igual al que le dejaba. Y él casi como por instinto, lo empezó a guardar igual, como si fuese de ella, como si ella fuese a usarlo mañana.

Mientras ensayaba disculpas en 30 maneras posibles el hombre me decía que a él trabajar solo y de noche lo ayudó. Que no se volvió alcohólico ni adicto y que a los dos días, nació su otro hijito; Joaquín.

A los dos días de haber enterrado a su hija, nació su nuevo hijo. Pensaba y pensaba y quería decirle algo. Un, no sufra. Un, pero Ud. es bueno, una putamierda para decirle pero no tenía qué ni cómo.

El comprensivo, me dijo que me quedara tranquila. Que de su hija había dado todo, menos el vestido de 15. Pero que había algunas cositas que guardaba por más que sabía que ya no iba a estar. Que era una forma de guardarla.

Idiotamente traté de ser empática y decirle, "bueno mire, yo también perdí un familiar, lo entiendo". Pero el señor no tenía  un familiar enfermo. Tenía una hija muerta, asesinada. De 17 años.

El hombre, tratando de hacerme entender que no estaba enojado ni molesto, dejó la vista clavada en el suéter. Me dijo que durante mucho tiempo se había puesto a pensar por qué pasaban las cosas y cómo.

Yo le pedí disculpas una vez más, le sonreí; volví a pedir disculpas con los ojos y el cuerpo.

Por qué y cómo pasan las cosas.

Noches y noches pensando por qué y cómo.

Y unos cuantos segundos más preguntándome por qué en esta noche calma de viernes tuve que ser yo quien le baje un encuentro con la tristeza más áspera.

Será que todos sufrimos un poco. Será que algunos sufren mucho más que nosotros.



Y me perdí buscando el colectivo que me lleve de vuelta a casa.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Te quería acá, de este lado del puente


"Tal vez parece que me pierdo en el camino, pero me guía la intuición".
Fuerza Natural. Gustavo Cerati.


No se bien ni en qué momento me empezaste a conmover el alma. Debo haber sido bastante chica cuando escuché Soda por primera vez y eras un pibe con los pelos batidos y los ojos delineados cantando en el pucará de Tilcara. Y me pareció fascinante.

Hoy cuando una amiga me contó por teléfono la noticia de mierda de tu muerte, mi mente hizo background. Me acordé de la primera vez en que fui a verte, en Rosario. Me acordé del regreso de Soda en River y de que me hiciste pisar River solo para verte. Me acordé de verte embobada arriba del escenario, a mi que casi nada me emboba. Y de andar a los grititos diciendo "Gustavo Gustavo" como si tuviese 13 años.

Me gustaba tu música y me volaba los pelos esa forma personal de admitir que eras un ególatra de mierda que quería ser del jet set y no lo ocultaba y que tenía un corazón cuadrado pero vivísimo. Pero que también como dijo hoy Charly, eras ese mismo tipo que todos los días, todos, ensayabas con Soda como si fuesen una bandita de garaje. Tal vez ese era el secreto de que todo te saliese perfecto.
 
Para mi nunca hubo Soda o Gustavo. Para mi siempre fue todo. Compro a paquete cerrado como compré Amor Amarillo y casi lo uso de pisa papeles porque me parecía una cagada pero no lo decía.

Todo me parecía maravilloso en vos, lo que halabas, el sombrero que te pusieras y la letra que pergeñaras.

Cuando supe que Té para tres era el tema que habías escrito después de la muerte de tu viejo, te sentí más cerca todavía. Contabas con lujo de detalles como una escena te queda congelada cuando te cuentan eso que no querés escuchar. Cuando nada alcanza.

Cantabas desde vos y por eso te sentía tan jodidamente genuino. No querías vender un pibe rock que no eras, no querías vender nada. Y yo compraba todo.
Incontables veces sentí que tu música era parte de la banda musical de mi vida.

Desde Prófugos a Persiana Americana, hasta Puente. Desde La excepción hasta Me quedo aquí. Hasta mi ego va a estallar ahí donde no estás. Porque nada amabas más que a vos y a tu arte inmenso.

Mil veces me pregunté cómo alguien puede escribir tan bien tantas cosas. Porque tenias letras bellas más allá de la música.
Porque siempre es hoy y quiero hacer cosas imposibles. Porque durar debe ser mejor que arder. Y el corazón a veces se vuelve delator.

Quería que algún día te despiertes y que así por arte de magia abras los ojos y agarres la viola y toques de nuevo. Simplemente quería volver a saltar en un campo escuchándote.

Nunca imaginé que esa tarde en el show a beneficio del terremoto de Chile iba a ser la última vez. Jamás. Cerraste con Puente y tenías una energía inmensa que perforaba el aire cuando levantabas la mano. Eras energía pura y todos podíamos de algún modo tocarte.

A los dos meses pasó el puto ACV.

Todo este tiempo me lo pasé queriendo que vuelvas. Y hoy tuve que escribir en el  diario que te habías muerto.

Aguantándome los mocos. Y seguir. Y justificar que llegué a un evento con los pelos hechos un cardo porque en lugar de irme a peinar me quedé una hora llorándote en casa diciendo que no puede ser.

La muerte siempre es una mierda inentendible y te prefería enganchado a la vida por dos tubos que en otro lugar, que no se muy bien en dónde queda.

En este momento un amigo está yendo a dejarte una flor en mi nombre. Y juro que cuando esté en Baires voy a ir antes a verte que a mi casa.

Aunque ahí solo hay un resto de vos. Y vos te hayas quedado en mis oídos para siempre.

Aunque siempre me dure en la cabeza un "Por qué". Porque te quería de este lado, porque quería que vuelvas. Porque pensaba que podía ser. Y porque ya no puedo seguir soñándolo.

Quiero creer que nunca pasó. Me empeño. Te escucho y estás vivo. Y ese cajón que veo por la tele está vacío. Y mañana vas a pisar otra vez el escenario.

Hoy cuando supe lo que no quería, dije que me habían apagado la música. 

Y ahora, a la noche, llorando todavía, mirando la pantalla mientras garabateo esta pobre catarsis, se que al menos alguien me apretó el botón de pausa musical.

Gracias totales.