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jueves, 26 de enero de 2023

Feliz eternidad, mi segundo Viejo

Un lírico que amó este mundo, su gente y su paisaje”. Memorias en el tiempo. Lázaro Flury.


La imagen es una foto restaurada por Arturo Amadío.

Cada quien recuerda como puede. Miro la foto de tu gesto distante y adusto sobre tu escritorio que ahora es mío. Hace una hora vi la noticia sobre el núcleo de la tierra que al parecer no es tan estable ni preciso y recordé cuando quisiste ir de excursión…

Excursión con unos colombianos que prometían llevarte a la tierra hueca y hasta el mismísimo núcleo.
Y la abuela te dijo contundente:
“Si vas, me separo”.

Y para vos nada era más que el amor de la abuela. Esa a la que llamabas “mamá”. Esa a la que no pudiste extrañar y te moriste atrás de su muerte.

Para mi que te fueras, fue mucho. Para variar. Mucho.

Eras mi último referente cuasi paterno (no abuelo, tu hijo no te llego jamás ni a la planta del pie).
Eras ese ser “famoso” por publicar un alfabeto extraterrestre con Fabio Zerpa, hablar de tecnología en los 40, de peronismo en los 70 y de decadencia cultural en los 80. El que estuvo preso por anarquista y terminó siendo Juez y dirigiendo una escuela. El que venía de una colonia suizo alemana de nombre impronunciable. 

Y eras mi abuelo. El que se olvidaba de sostenerme la hamaca y me estampaba en el barro cuando estaba recién bañada, el que me daba diez pesos -en esa época- para revolear en el kiosco “de la Titi”, el que me dejaba revisar sus diapositivas con rituales indígenas por más que yo también fuese ‘huinca’. El que se accidentó yendo a comprar leche. 
El que no pudo no llorar cuando agarró la manija del cajón que llevaba a mi Viejo. Y que se bancó mi fiesta de 15 y mi graduación con traje y corbata con Alzheimer y con 35 grados a la sombra.
Hoy todo te da la razón.
Los que te envidiaban siguen haciéndolo.
Los que te juzgaban, también.
Pero los que te admiran y aman y reconocen son cada vez más y eso me explota de orgullo.

Y yo entiendo que hace años, tuve que anudarme el alma para poder cerrarte la boca (ahí aprendí sobre rigor mortis) elegir tu camisa y tu ataúd mientras mami lloraba y mi tío al otro lado del teléfono decía “caramba”. Y para oír a tu amigo Giordano cantando “que va envolviendo tu corazón”. Y para ver por segunda vez ese lugar donde estaba Papi o lo que quede de él.

Y se que no fui fría, fui fuerte.
Y se que te quise y te quiero y que soy un poco de tu sangre, bastante de tus huesos y más aún de tu cerebro.

Feliz eternidad Viejo segundo. Y espero inmortalidad mediante; no volver a vernos… 

martes, 11 de enero de 2022

Feliz eternidad, Papá

“Las manos de mi padre protegiéndome del mundo entero”. 

El Viaje. Agarrate Catalina.




Creo que me acuerdo de tu último cumpleaños. Un día como hoy, hace tiempo. Estabas vivo. 
Como cuando pese a tus dos accidentes no usabas bastón delante mío porque no me gustaba y te aguantabas el dolor, ese día de enero, con un sol que rajaba la tierra, comiste los tallarines que yo te había preparado en mis clases de cocina. 

Hacía un tiempo, pasando las fiestas, en que decías que te costaba tragar, ergo comer. En mi cabeza aún de niña y de 11 años, pensé que eso no podía pasar con tu comida preferida y menos si la preparaba yo! No entendía que lo que te jodía ahí en el medio del cuerpo era el puto cáncer…

Nunca me gustó cocinar. No me gusta. Pero guardo al día de hoy las fotos que me sacaste con cada plato que hice en mis tres meses de clases de cocina y decoración. 

Y guardo también tu sonrisa hermosa viendo esos tallarines cual torta de cumpleaños, terminándote toda la porción. Con tus ojos verdes como saltando y tus mejillas que iban del blanco al rojo. 

Sonreías
Siempre lo hiciste
Nunca ni siquiera la última vez, te vi bajar la guardia al menos frente a mi.

Será por eso que pese al tiempo, en algún lugar te sé vivo, de otra forma, quién sabe cómo, pero vivo, sonriente y con esa fuerza que te volvía (mi) superhéroe. 

Si el puto cáncer
El pucho
Lo que vos llamabas la buena vida,
No te hubiesen cobrado al contado la cuenta, tendrías 90 largos. Vos decías que no querías que te viera viejito. 

Ay papi. Daría lo posible y lo imposible por verte. Por un abrazo más. Por sentir que entre tus brazos de verdad era invencible.
Por decirte que te reconocería defectos si tuviese(s) alguno.
Por oír tu voz llamándome -Clarisita-.
Por volver a cocinar para vos.

Quiero llevarte a Uruguay este año. Nos lo prometimos de algún modo. Quiero sentir que tus años ya no se cumplen porque sos “condannatamente” eterno.

Porque sos dueño de una parte del cielo en donde todos los días te sentas a mirarme todavía crecer, con tus infinitos inmensos hermosos ojos verdes. (¡Como los míos!).