sábado, 31 de octubre de 2020

Las veces que lloré por vos (El Diego cumplió 60)

“No te asustes si me río como un loco, es necesario que a veces sea así, será la vida, que siempre nos pega un poco, nos desespera, con lo que está por venir”. 
Los Piojos. Bicho de Ciudad.

*Nota publicada originalmente en el site Victoria-Rolanda, luego de que la selección argentina dirigida por Diego Armando Maradona quedara eliminada del Mundial.

Maradona, no es una persona cualquiera, dice Calamaro en una de esas canciones eternas. Debe ser, porque sin ser un ex novio ni un amor imposible, me hizo derramar tantas lágrimas, que podría, mínimamente, hacer en Capital, una sucursal de la laguna de Mar Chiquita.

Lo veo moqueando, abrazado a su hija, como si el mundo se le terminara ahí mismo. Y yo, tirada en la cama, fumando el cigarrillo número no sé cuánto, lloro con él o por el. Mi madre me llama por teléfono, le digo que no, que “no puedo verlo así al Diego”. Ella, tratando de poner un paño frío, me dice, “ni que fuera tu novio…”.

Recalculo, como puedo y pienso en las veces que lloré por él. Lloré cuando tenía 5 años y nos sacó campeones, en ese partido que vi sentada upa de mi viejo, en una tele en blanco y negro, mientras el resto de mi familia corría y saltaba endemoniada de alegría. Era chica, muy, pero me acuerdo. Mi memoria siempre fue implacable, para bien o para mal…

Lloré con el notimagine de fondo, cuando a él se le inundaban los ojos y la gloria estaba tan cerca, que daba bronca no poder manotearla. Y cuatro años después, lloré cuando, expulsado por ese doping que siempre me generará dudas, decía ante una cámara que le habían cortado las piernas. No podía creer que un tipo que corría con un paracaídas en la espalda, con el viento en contra, para entrenarse al máximo nivel, se inmolara solito con la droga…No me cerraba. No me cierra.

Le banqué todas, como se las bancás a un tipo cuando lo querés mucho, porque el amor, el afecto, vuelven soportable casi cualquier cosa de la persona que tengamos enfrente. Hasta me aguanté que se ponga la camiseta de Ñuls…Un capítulo aparte.

Lloré cuando volvió a Boca. Lloré cuando alentaba desde la tribuna y era una mole a punto de explotar. Lloré y hasta lo insulté cuando escupió al piso cuando le preguntaron por sus hijos no reconocidos.

Volví a llorar cuando creí que se moría, que esta vez, el “Barba”, como le dice él, no lo bancaba. Lloré cuando 6 meses después, hacía un milagro de rating en un canal que venía perdiendo, más que por una goleada.

Y otra vez se me cayeron las lágrimas, una vez más, cuando ahí, al borde de donde las guerras se pierden o se ganan, nos clasificó y nos dejó adentro del mundial, cuando nadie daba un peso ni por él ni por el equipo y hasta el cielo lloraba ese día.

Lloré cuando ahora, de taco, la devolvió a la cancha y casi adiviné, se moría por estar ahí adentro. Y lloro ahora, ahora que nos quedamos afuera. Lo miro y no puedo creerlo. Lloro cuando me acuerdo de que, luego de pasar por una serie de clases que trataban de volverlo moderado, dijo sin más, desahogado, “vos también la tenés adentro”. Lloro porque dice que banca a todos y pone la cara. Y 5 minutos después, su naturaleza le traiciona el discurso y admite que él si se cargaba el equipo al hombro.

Pienso en si tendrá revancha, quiero creer que sí, que la merece, por animarse, por salir de los lugares más oscuros y salir con una fuerza inimaginable, subhumana; por ser valiente, cueste lo que cueste. 

No se me corre el “bajón” y mientras termino esta nota, pongo de fondo el tema de Rodrigo, ese que hasta cantaron juntos y que a él le encantaba. Pero ni el ritmo cuartetero me mueve un hueso. Pienso en la frase del loco Bielsa, que dijo hace unos días que el atrevimiento cotizaba en baja. Y mis amigas me dicen, que como nací en Uruguay, tengo otra chance de alegría. Es cierto, pero estas lágrimas son por Maradona, inexplicables, como cualquier otro sentimiento que se moviliza cuando queremos (de verdad) a alguien.

Me acuerdo de una entrevista, donde contaba que, cuando en el Barcelona, no lo querían dejar viajar a jugar para la selección y le habían escondido el pasaporte, el, sin más, empezó a revolear todos los trofeos que se apilaban, lustrosos, en las repisas del club. “Al tercero que rompí, apareció el pasaporte”, decía.

Romper, romper moldes, siempre duele, a veces más de lo que uno esperaba. Ahora, en 4 años, te espero de nuevo, Diego querido. Yo y mis carilinas descartables…Al molde ya lo abriste, seguila rompiendo. 


viernes, 23 de octubre de 2020

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

Caballito, 24 de marzo de 2010


 

La miro a ella, algo ebria, acurrucada en el taxi, me dice que está mal. Me miro a mi misma, inventando excusas para ver si lo veo o si me ve. Se fue el sábado, somos hermosas, yo tengo un short de satén que me queda perfecto, cruzo las piernas flacas arriba de los tacos de animal print y me miro cuando entro al departamento. Al menos soy linda y flaca, me digo. 

Paso lo que queda del domingo tratando de verlo pero inmóvil, en la cama, la notebook con Frida, el gato que duerme a los pies, la comida vegan, el mate, los diarios, los puchos y mis ganas de nada que no sea con el. No siento el viento, solo salgo a buscar cigarrillos y vuelvo a la pose vegetal. No doy ni lástima, no preocupo, no conmuevo, no despierto. 

Pienso que de no haber sido por el dr., hoy estaría agarrándome de los pelos. Lo odio, lo amo, lo odio, lo amo. Quiero que todo se arregle como si me despertara de un sueño feo y rabioso. 

Leo boludeces sobre las almas gemelas en sitios de internet de mala calaña. Le escribo cosas que jamás verá, busco el mail donde dice que me quiere, lo leo, pero no me sirve. Nadie me abraza los huesos en este día. Nadie me los abraza hace mucho.

Tengo que respirar por mi, nadie va a hacerlo. Miro alrededor y digo -ok arranquemos. Miro y no veo nada, solo escucho el tic tac de las teclas. Nada parece hoy muy vivo que digamos. 

Sigo escribiendo, como si en cada palabra algo de esta sensación pesada que me ocupa, se fuera disipando. Escribir, salva. Pienso en mi amiga y en mi, nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, amiga, tratemos de seguir vivas, aunque hay veces en que no se cómo se hace.


viernes, 18 de septiembre de 2020

La peor de tus frases de amor

"Como me cuesta quererte

Me cuesta perderte

Me cuesta olvidar".

Un país con el nombre de un río. Jorge Drexler.




No. Ni vos ni yo pensamos en una pandemia. Yo quemé todo y te dije muerto. Vos, te hiciste humo.

Pero la situación de somos instantes más que nunca hizo que por otros, hablemos. Aunque por enésima vez nos hubiésemos jurado que nunca más. Por él, que yo se que me presentaste en una nochebuena hace añares en un almuerzo en Palermo. Él, que ordenó al menos por unos días, eso que llamás "tu Tetris".

Y yo que te había dicho lo que jamás perdonaría que me dijesen. Y vos que me hablás porque "estoquenosabemosquees" pero que nos evita explicaciones en lo importante.

Entonces casa. Hijos. Depresión. Tu vieja y mi vieja.

Todo lo entiendo. Nada explicás.

Y entonces Felisberto te reivindica. Y entonces, al fin; tu novela.

Y tú "incluso antes de conocerte". Como poniéndole palabras a eso que algunas amigas usaban a modo de chiste: Antes de Clarisa y después de Clarisa. Como si yo no tuviese un antes de vos y un después de vos...

¿Qué es esto que es tan fuerte? Empiezo a entender entonces, la peor de tus frases de amor...

 “No te pusiste a pensar por que cada vez que nos encontramos voy y me meto con cualquiera y le hago un hijo”. Eso me largaste por teléfono porque te llevo seis meses decirme que “esto es tan fuerte, es para que lo dimensiones”. 

Me sentí un monstruo despreciable durante esos seis meses. Hasta que explicaste esa que fue la peor (y creo que la única que te salió de las vísceras, enferma pero genuina) de tus frases de amor. 

lunes, 31 de agosto de 2020

A mi gatito RAM, in memoriam

"Supongo que nadie se va del todo, espero que exista algún lugar".

Los chicos. Calamaro.


 

Acaricio los rasguños que dejaste en sillones y maderas. Le digo a mi vieja que "no voy a vender esta mesa, tiene las uñitas de RAM". Hablo con mi amiga Luchy y me da la idea de que ponga un árbol sobre ese lugar donde no quiero creer aún que está tu cuerpito de gatito. Para que nazcas de nuevo y cuando haya un tronco, lo abrace sabiendo que hay algo de vos ahí. 

Si, supongo que nadie se va del todo como dice Andrés. Pero no fui ni quiero ir del otro lado para ver si es tan así. Hoy fui a dormir y no estabas arañando y ronroneando, cuidando mis sueños. Hoy trabajaba en la compu y no estaban tus coquitos en mis pies. Me faltás dolorosamente. Siento un ruido en la puerta del escritorio y creo que sos vos desde el más allá gatuno diciéndome 'acá estoy mami'.

Busco explicaciones ante tu puta muerte.  Llegaste en 2017 y me acompañaste en lo que fue la segunda temporada más heavy de mi vida. Me da la sensación de que pensaste "ya está otra vez siendo la Clarisa de siempre" y diste tu llamémosla misión, por concluida. 

Gatito, ¿cómo decirte que nunca estaría lista para que no estés? ¿que quería llevarte al mar y a conocer el paisito y que nos mudáramos juntos? 

Como decirte que vendrás conmigo, como plantita, como sea. Porque yo a esa huesuda hija de puta, siempre, como sea; se la termino ganando.

martes, 25 de agosto de 2020

Donde se me partió la vida...

- no se trata de amor
damos la vida-
Idea Vilariño. El amor.


Dicen que todos tenemos una fecha y una hora en donde se nos partió la vida (yo, tengo varias). Una de esas fechas fue hace 13 años, cuando un día como hoy, me llegó un mail tuyo invitándome a salir. 

Puedo y recuerdo con puntos y comas mi humanidad sentada frente a la PC, en mi departamento de Caballito, ese instante en que me quedé como fuera del tiempo. Leyéndote una y otra vez para convencerme. Entrando al link donde me compartías una selección de lo que más te gustaba de Idea Vilariño.

Leyendo diez líneas de un correo electrónico que juro, al día de hoy me sé de memoria. 

Y juro también, puede estar, como ahora, el mundo incendiándose; pero igual me acuerdo. 

Los cuatro días que transcurrieron hasta esa primera salida, también los sé de memoria. El derrotero para elegir mi ropa, perfume, zapatos. Creo que fue la única vez en mi vida en que fui perfectamente puntual. Cuando pasaste a buscarme, estaba lista hacía diez minutos.

Guardo el recorrido en tu auto, el restaurante armenio, el aire de Palermo, tus besos antes de dejarme en la puerta de casa.

Guardo. Te guardo a vos cuando pudiste. Guardo eso que hizo que, como decís, "pasáramos a otro nivel". 

Guardo tus ojos como nunca nadie los vio ni los va a ver.

Nadie, excepto yo.

Guardo ese momento en que mi vida se detuvo, en un antes y un después. Y nunca voy a dejar de guardarlo.