domingo, 29 de noviembre de 2020

Escribir salva, una vez más

"Sin más armas en la mano, que un 10 en la camiseta".
Maradó. Los Piojos.

Video de Pablo Ramos


A veces escribir es lo único que me sale. Además de llorar, claro. Empecé la semana ayudando a mi sobrina del alma con una herida de su gatita. Cuando me preguntó si tenía experiencia con otras mascotas le dije, “no; por mi viejo, del segundo accidente”. Y seguimos como si nada. 

Después laburé y en el medio armaba el cumple de mi vieja. Y aparece Caro, que es como Nora-de mis amigas pandemia. No nos vimos aun las caras porque nos conocimos en pleno aislamiento. Pero están. Y sobra. 

Caro me avisó con toda la delicadeza que pudo que había muerto el Diego. Nora que no lo ama a nivel tifosi como yo, me acercó la mejor imagen que me rescató ese día en el que le expliqué a tres compañeros varones, “denme un toque, estoy en shock”. 

Me entendieron y el laburo se hizo porque si él jugaba infiltrado mirá si no voy a poder configurar un site llorando. 

Sole me ayudó con el regalo. Mi tío Cachito, Marías y el profe Ferreyra con los saludos. Fer me ayudó laburando hasta tarde. Pablo me ayudó con sus palabras mágicas.  Lila y Giambro con mis y sus enojos. 

Casi que fuimos una selección, aunque yo solo sirva para jugar de 9.

Y acá estoy escribiendo y resistiendo. Defendiendo la alegría como una trinchera. En esta rara suerte que me cruza de charrúa, tana y medio argenta. Acá estoy escribiendo. Porque seguro que lo que escribí debe ser una mierda que solo me importa a mi pero una vez más te recuerdo Mir querida. Salva. Y con eso, hoy es más que suficiente.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Si Anita pudo


No, no me doy por vencida casi nunca ni mucho menos fácilmente. Pero aunque me encargue de ocultarlo muy bien, tuve esos momentos. Donde todo parece mucho y malo y sentís que no hay garra charrúa ni empuje peroncho que pueda sacarte. Hoy, esa pieza robadatos llamada Facebook me recuerda mi amistad con Ana Testa. Y pienso que en lugar de compartirle el video que me ofrecen, mejor le escribo. 

Le escribo que cuando hace un año yo estaba en Baires y me habló más de dos horas por teléfono, se me aflojaron las piernas cuando me contó que iba a rememorar y relatar la vigilancia de quien había sido su secuestrador luego de que lograra sobrevivir a esa máquina de muerte llamada ESMA. 

Desde ese día, con más claridad, también comencé a pensar como arenga que "Si Anita pudo, puedo también". Porque Anita pudo con la mismísima muerte. Pudo con el dolor, el miedo, el frío, el hambre, el abandono, el no saber si te queda un día de vida, un minuto o una semana. O nada.

Anita pudo con la perversidad que se le plantó cuerpo a cuerpo. Anita pudo contra todo lo que le hicieron para desarmarla, para dejarla sin alma; más allá de que estuviese viva o muerta.

Anita salió viva y no solo eso. Anita se ríe, milita, busca justicia, te arma una picada en su casa cuando venís bajón y no te da salir, te aconseja, te ayuda y si, hasta te regala plantas.

Anita es superpoderosa. Tiene un cielo lleno de vida en los ojos. Tiene ese brillo que se ganan los sobrevivientes. Anita enseña día a día que se puede siempre. Como Cristina; aunque apenas a 5 cuadras de mi casa.

sábado, 31 de octubre de 2020

Las veces que lloré por vos (El Diego cumplió 60)

“No te asustes si me río como un loco, es necesario que a veces sea así, será la vida, que siempre nos pega un poco, nos desespera, con lo que está por venir”. 
Los Piojos. Bicho de Ciudad.

*Nota publicada originalmente en el site Victoria-Rolanda, luego de que la selección argentina dirigida por Diego Armando Maradona quedara eliminada del Mundial.

Maradona, no es una persona cualquiera, dice Calamaro en una de esas canciones eternas. Debe ser, porque sin ser un ex novio ni un amor imposible, me hizo derramar tantas lágrimas, que podría, mínimamente, hacer en Capital, una sucursal de la laguna de Mar Chiquita.

Lo veo moqueando, abrazado a su hija, como si el mundo se le terminara ahí mismo. Y yo, tirada en la cama, fumando el cigarrillo número no sé cuánto, lloro con él o por el. Mi madre me llama por teléfono, le digo que no, que “no puedo verlo así al Diego”. Ella, tratando de poner un paño frío, me dice, “ni que fuera tu novio…”.

Recalculo, como puedo y pienso en las veces que lloré por él. Lloré cuando tenía 5 años y nos sacó campeones, en ese partido que vi sentada upa de mi viejo, en una tele en blanco y negro, mientras el resto de mi familia corría y saltaba endemoniada de alegría. Era chica, muy, pero me acuerdo. Mi memoria siempre fue implacable, para bien o para mal…

Lloré con el notimagine de fondo, cuando a él se le inundaban los ojos y la gloria estaba tan cerca, que daba bronca no poder manotearla. Y cuatro años después, lloré cuando, expulsado por ese doping que siempre me generará dudas, decía ante una cámara que le habían cortado las piernas. No podía creer que un tipo que corría con un paracaídas en la espalda, con el viento en contra, para entrenarse al máximo nivel, se inmolara solito con la droga…No me cerraba. No me cierra.

Le banqué todas, como se las bancás a un tipo cuando lo querés mucho, porque el amor, el afecto, vuelven soportable casi cualquier cosa de la persona que tengamos enfrente. Hasta me aguanté que se ponga la camiseta de Ñuls…Un capítulo aparte.

Lloré cuando volvió a Boca. Lloré cuando alentaba desde la tribuna y era una mole a punto de explotar. Lloré y hasta lo insulté cuando escupió al piso cuando le preguntaron por sus hijos no reconocidos.

Volví a llorar cuando creí que se moría, que esta vez, el “Barba”, como le dice él, no lo bancaba. Lloré cuando 6 meses después, hacía un milagro de rating en un canal que venía perdiendo, más que por una goleada.

Y otra vez se me cayeron las lágrimas, una vez más, cuando ahí, al borde de donde las guerras se pierden o se ganan, nos clasificó y nos dejó adentro del mundial, cuando nadie daba un peso ni por él ni por el equipo y hasta el cielo lloraba ese día.

Lloré cuando ahora, de taco, la devolvió a la cancha y casi adiviné, se moría por estar ahí adentro. Y lloro ahora, ahora que nos quedamos afuera. Lo miro y no puedo creerlo. Lloro cuando me acuerdo de que, luego de pasar por una serie de clases que trataban de volverlo moderado, dijo sin más, desahogado, “vos también la tenés adentro”. Lloro porque dice que banca a todos y pone la cara. Y 5 minutos después, su naturaleza le traiciona el discurso y admite que él si se cargaba el equipo al hombro.

Pienso en si tendrá revancha, quiero creer que sí, que la merece, por animarse, por salir de los lugares más oscuros y salir con una fuerza inimaginable, subhumana; por ser valiente, cueste lo que cueste. 

No se me corre el “bajón” y mientras termino esta nota, pongo de fondo el tema de Rodrigo, ese que hasta cantaron juntos y que a él le encantaba. Pero ni el ritmo cuartetero me mueve un hueso. Pienso en la frase del loco Bielsa, que dijo hace unos días que el atrevimiento cotizaba en baja. Y mis amigas me dicen, que como nací en Uruguay, tengo otra chance de alegría. Es cierto, pero estas lágrimas son por Maradona, inexplicables, como cualquier otro sentimiento que se moviliza cuando queremos (de verdad) a alguien.

Me acuerdo de una entrevista, donde contaba que, cuando en el Barcelona, no lo querían dejar viajar a jugar para la selección y le habían escondido el pasaporte, el, sin más, empezó a revolear todos los trofeos que se apilaban, lustrosos, en las repisas del club. “Al tercero que rompí, apareció el pasaporte”, decía.

Romper, romper moldes, siempre duele, a veces más de lo que uno esperaba. Ahora, en 4 años, te espero de nuevo, Diego querido. Yo y mis carilinas descartables…Al molde ya lo abriste, seguila rompiendo. 


viernes, 23 de octubre de 2020

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

Caballito, 24 de marzo de 2010


 

La miro a ella, algo ebria, acurrucada en el taxi, me dice que está mal. Me miro a mi misma, inventando excusas para ver si lo veo o si me ve. Se fue el sábado, somos hermosas, yo tengo un short de satén que me queda perfecto, cruzo las piernas flacas arriba de los tacos de animal print y me miro cuando entro al departamento. Al menos soy linda y flaca, me digo. 

Paso lo que queda del domingo tratando de verlo pero inmóvil, en la cama, la notebook con Frida, el gato que duerme a los pies, la comida vegan, el mate, los diarios, los puchos y mis ganas de nada que no sea con el. No siento el viento, solo salgo a buscar cigarrillos y vuelvo a la pose vegetal. No doy ni lástima, no preocupo, no conmuevo, no despierto. 

Pienso que de no haber sido por el dr., hoy estaría agarrándome de los pelos. Lo odio, lo amo, lo odio, lo amo. Quiero que todo se arregle como si me despertara de un sueño feo y rabioso. 

Leo boludeces sobre las almas gemelas en sitios de internet de mala calaña. Le escribo cosas que jamás verá, busco el mail donde dice que me quiere, lo leo, pero no me sirve. Nadie me abraza los huesos en este día. Nadie me los abraza hace mucho.

Tengo que respirar por mi, nadie va a hacerlo. Miro alrededor y digo -ok arranquemos. Miro y no veo nada, solo escucho el tic tac de las teclas. Nada parece hoy muy vivo que digamos. 

Sigo escribiendo, como si en cada palabra algo de esta sensación pesada que me ocupa, se fuera disipando. Escribir, salva. Pienso en mi amiga y en mi, nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, amiga, tratemos de seguir vivas, aunque hay veces en que no se cómo se hace.


viernes, 18 de septiembre de 2020

La peor de tus frases de amor

"Como me cuesta quererte

Me cuesta perderte

Me cuesta olvidar".

Un país con el nombre de un río. Jorge Drexler.




No. Ni vos ni yo pensamos en una pandemia. Yo quemé todo y te dije muerto. Vos, te hiciste humo.

Pero la situación de somos instantes más que nunca hizo que por otros, hablemos. Aunque por enésima vez nos hubiésemos jurado que nunca más. Por él, que yo se que me presentaste en una nochebuena hace añares en un almuerzo en Palermo. Él, que ordenó al menos por unos días, eso que llamás "tu Tetris".

Y yo que te había dicho lo que jamás perdonaría que me dijesen. Y vos que me hablás porque "estoquenosabemosquees" pero que nos evita explicaciones en lo importante.

Entonces casa. Hijos. Depresión. Tu vieja y mi vieja.

Todo lo entiendo. Nada explicás.

Y entonces Felisberto te reivindica. Y entonces, al fin; tu novela.

Y tú "incluso antes de conocerte". Como poniéndole palabras a eso que algunas amigas usaban a modo de chiste: Antes de Clarisa y después de Clarisa. Como si yo no tuviese un antes de vos y un después de vos...

¿Qué es esto que es tan fuerte? Empiezo a entender entonces, la peor de tus frases de amor...

 “No te pusiste a pensar por que cada vez que nos encontramos voy y me meto con cualquiera y le hago un hijo”. Eso me largaste por teléfono porque te llevo seis meses decirme que “esto es tan fuerte, es para que lo dimensiones”. 

Me sentí un monstruo despreciable durante esos seis meses. Hasta que explicaste esa que fue la peor (y creo que la única que te salió de las vísceras, enferma pero genuina) de tus frases de amor.