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martes, 28 de julio de 2020

Experta

Buenos Aires, Mayo de 2009.



Ella había cambiado todo, poco, casi nada quedaba de esa nena de pueblo que se sentía superior al resto pero que tuvo que pasarse buena parte de su adolescencia justificando por qué carecía de prejuicios. 

Era una experta en quemar naves. Las quemó cuando su viejo cerró los ojos de un día para el otro, las quemó de nuevo cuando por propia decisión se arrancó un hijo de las entrañas, muerta de miedo y regada de culpas. 

Las quemó de nuevo cuando decidió que a ese pueblo de calles mansas y una quietud que espantaba ya no volvería,  cuando renunció a la esquina de casa que la conectaba con algo de vida pasada. Cuando dijo que ahí había muchos huesos como para quedarse. 

Las quemó de nuevo, una y mil veces mientras aprendía a deshacerse de los amores mal sanos, sabía que no contaba con el don de la intrascendencia. Un día alguien le dijo que había un antes y un después de ella, podía ser bueno o malo, podía ser odio o amor, pero su vida dejaba marcas en el resto de las otras vidas, quisiera o no. 

Tuvo miedo, tuvo pánico, tuvo todos los terrores juntos, se secó el moco y la lágrima cuantas veces fue necesario, le perdió el miedo a la muerte, cambió el miedo por conciencia. 

Y una vez más decidió quemar la nave el día en que se subió a un micro, atrás de un camión de mudanzas que llevaba todas su cosas a Buenos Aires, la ciudad que hace 6 años atrás la había aterrorizado. 

Quemó todo una vez más cuando una mañana fría en Palermo, un día feriado, se dio cuenta de que con él le pasaba algo más, de que era capaz de estar despierta y con buen humor a las 9 de la mañana. Ese día algo se le movió adentro, supo de alguna manera que lo había encontrado y que solo él, con sus mismos cortes, quemaduras, cicatrices, podía de una buena vez tapar las suyas. 

Supo que a los dos, aunque de modos distintos; los movía la batalla contra el resentimiento que genera la orfandad. Supo entonces que ahora no quemaría nada, que el encuentro, detrás de esos ojos que se le metían hasta el alma, eran a prueba de fuego; a pesar de ella misma.


martes, 16 de junio de 2020

Cumpleaños

Mayo de 2019, Buenos Aires




Tenía un star tack azul.
Cumplía años.
Cuando se lo dijo, él se paró y le dio un beso.
Esas tres amigas que la esperaban junto a un "novio" cordobés que tenía esa única virtud, hoy ya no son.

María dirige un servicio psicológico de urgencia. Ella que casi se mata cuando la dejó el novio porque "ahora no era virgen". Un ahorcado por semana. 

Elenita, la que le creyó a la madre que se moría y entonces se casó y tuvo un bebé y, ¡¡¡mirá acá está el nieto que tu hijo no te da!!! Pero la madre vive. Sigue eligiendo a su hermano. Y a ella ni siquiera le gustan los chicos.

Ceci que hizo igual que Elenita. Porque siempre hizo todo igual, aunque su madre no le diga que está por morir y no muera.
Ah, el Cordobés. Es remisero y no puede bailar medio cuarteto porque se infarta de obeso. 

Trece años después solo ella y él siguen.  O tal vez recién empiecen. Pero en ese cuadro, siguen siendo y no llegaron a perderse.  

Ella guarda la remera con la que lo conoció. Ella sabe que cada año que cumplió en estos 13 que pasaron, siempre cerca de las 9 de la noche; recordó continuamente sus inacabables ojos celestes.