jueves, 24 de febrero de 2022

Nada que tenga alas


"Ciudad de San Jorge, linda y centenaria".

'Beto' Suaid.

Volvía caminando a casa y una nube imponente se cruzó conmigo en este paraje donde esas circunstancias no abundan. Digo, la de cruzarse con algo imponente.

El único error que le recrimino a mi abuelo es haberse establecido en este pueblo.

Como a mi madre, el hecho de que haya vuelto para preservar a sus viejos, también en este pueblo. Pueblo al que llamo aldea para reírme a tientas de eso que llaman destino. 

Este pueblo por algo está en un pozo (geográficamente hablando) y venera a un tipo al que llaman glorioso pese a que murió martirizado.

Ah por cierto, a un tipo que mató a un dragón. Todo lo que tenga alas, acá molesta.

Sacar fotos del cielo, aprender a ver lo que no venía viendo aun en el caos, sanarme algo, recuperar la relación con mi vieja, animarme a cantar, volver al yoga y a los deportes de puntería. Escribir, siempre escribir. Un stop obligado entre Rosario, Buenos Aires, Mendoza y otra vez Buenos Aires. Uno que necesitaba para dejar de dar (tantas) vueltas y saber donde quiero estar; al menos la mayor parte del tiempo. 

Solo eso y tanto como eso valoro de mi estancia obligada y pandémica en este espacio de tierra en el Oeste de Santa Fe. Venderé todo lo que tenga que vender en esta aldea, y me llevaré a mi misma, a mis gatos y a mi vieja. Y a mi viejo, a mis abuelos y a mi tío Pablo (me llevaré sus cenizas, o lo que quede de ellos cuando haga el trámite en el cementerio local) a un lugar con mar, con vida, sin martirios y sobre todo al que no le molesten las alas.