lunes, 18 de mayo de 2020

Ser dios y cuidarte


Buenos Aires, finales de 2008.
Para una reina infinita
La hija de la lágrima sobrepuesta.



Princesa grande de añitos pequeños, espejito de alma, ternura que no te cabe en el cuerpo. 

Reina de vida y de amores infinitos y adaptados, fuerte sin perder tu gracia, capaz de tapar los hoyos del más bajo de los infiernos, chiquita superpoderosa, damita encantada resistiendo a la vida que te empuja.

Si supieras, si entendieras el amor inmenso que me generás, si supieras lo feliz que soy cada  vez que te abrazo y dejo mi cabeza apoyada a la tuya y juego con tu pelo. 

Sentir esa ternura inalterable, pedirle a dios que te guarde, querer ser dios y cuidarte.



domingo, 3 de mayo de 2020

Escribir, salva. A la dra. Mirta Núñez, in memoriam



Veo tu lámpara de sal, tus fotos del paisito, tu humor ácido, tu amor por la lectura y por los gatos. Veo en fotos todo eso que teníamos en común con tu "amiga joven" como solías decirme.

Veo acá, en esta casa, el mouse que me regalaste para que mi vieja aprendiera a usar la notebook.

Veo las fotos de Mafalda y del jardín japonés que tanto nos gustaban.
Recuerdo la primera nota mía que compartiste sobre las madres, cuando yo trabajaba en Narcisa. Así comenzó nuestra andariega amistad.

Recuerdo tus notas justificando nuestras geminiadas y tu insistencia en que no debía ni debo dar explicaciones por no querer ser madre.

Recuerdo conocer a Byung-Chul Han gracias a vos y hablar de la destinología y hasta de "Tan Biónica".

Recuerdo nuestros intercambios de links con lecturas, cursos, capacitaciones y libros y haber conocido Coursera gracias a vos.

Recuerdo hablar de "El cuarteto de nos" y de que le empezaste a hacer un espacio a Cerati porque te había impresionado lo que yo describía de el y de su música.

Recuerdo hablar de tangos y de Telegram y de las apps para meditar; todo en un mismo chat. Y tu fascinación por los héroes de los Andes.

Los parecidos entre nuestros viejos y la frase que me regalaste hace poco menos de un año, cuando estabas viva dra. Mir, como solía llamarte y que hoy, uso en los talleres literarios: "Escribir, salva".

Por eso ahora aún sin poder creer que ya no estás de este lado del mundo, habiéndome enterado hace un rato, hago lo único que sé hacer cuando no puedo hacer nada más.
Escribir.
Como una forma mínima pero persistente de salvar nuestros recuerdos y tu brillante e inmortal memoria.

Tenías razón dra. Mir. Escribir, salva.
Siempre salva.