domingo, 27 de diciembre de 2020

Palermo 10 AM. Parte de los escombros

Noviembre de 2008, Buenos Aires.
  


Cuando empecé a darle forma a Palermo 10 AM tenía un fárrago de mails, anotadores, chats, mensajes y mi vida misma. Hace unos días, encontré en esa carpeta este correo que cuenta literalmente algo que también conté en el cuento literalmente, solo preservando los nombres. Este correo es uno de esos escombros de vida que quedaron  fuera del relato entre el armar y el desarmar. En este escombro se me desdibujan varios límites entre escritura, auto salvataje, ficción y redención. Y así desdibujado, lo linkeo al relato y aquí está.

"Cómo hacer para que creas. Creo que esa es la incógnita que me da vueltas en la cabeza, cómo hacer para que esa fuerza que admiré y admiro en vos no se perturbe ni se debilite... Hoy cuando me decías todo lo que me decías por teléfono, no podía parar de escucharte. Pero bueno, me metí a un locutorio, busqué la dirección del hospital y salí disparada. Si al menos un abrazo mío, una caricia, si algo podía servirte, quería que lo tuvieses hoy y no mañana.

Me aterra que digas que no podés creer más en las mujeres (tampoco tanto en los hombres) me aterra pensar que te exilies de millones de cosas buenas por otras tantas que fueron malas. Y yo, que ni sé cómo estoy en donde estoy con vos, sólo puedo pensar en amarte. Amarte con todo tu combo de ex, de no ex que también chillan y te berrean, amarte con tus hijos nacidos y los que ya nacen. Amarte con esa cosa que te agarra a veces de tirar todo a la mierda por más que me den ganas de decirte -qué carajo estás diciendo?! Yo sigo siendo de las que creen que el amor, al menos en su estado puro, en su estado sano, no daña. No nací sabiéndolo, lo aprendí con el tiempo.

Hace un año atrás, cuando no encontraba a mi ex a la segunda llamada, lo puteaba en arameo. A vos apenas te hago un chiste de bruja. No me volví pelotuda, como dijo una amiga. Se lo que pasás, se lo que pasa, se que quiero cuidarte y cuidarme, sé que no mentís, se que veo y escucho y leo cosas que me duelen por más que vos me digas antes como es todo, pero se que ese amor subsana cualquier desfase, cualquier bache, cualquier cosa. Que la mínima señal de impureza se borra cuando te veo, de manera instantánea.

No creía o no sabía que podía pasar esto. No sabía que podía pelear por mi deseo sin reventar y sin reventarme. Eso se aprende cuando se ama, cuando el otro importa y cuando una se pegó un par de porrazos. Yo de porrazos de la vida tengo background, pero se que no hay que hacer para golpearse de nuevo.

Algo de todo esto lo empecé a saber cuando nos vimos en el bar de Palermo ese día feriado y vos estabas con el yeso y medio inválido. Algo supe, como siempre, como casi siempre, no lo dije enseguida. Lo escribí claro, lo escribí y lo  guardé tan bien que no lo encuentro...

Pero hablaba de que yo sentía que algo quedaba quieto, imperturbable, cuando estabas cerca. Un escrito raro, mi primer indicio que aún no comprendía. Los hilos mágicos casi invisibles que nos unían, lo que notaba y no.

Muchas veces pasamos el tiempo en vano. Tiempo para que todo se acomode, tiempo para que todo se calme, tiempo para que sea buen tiempo. Y así se postergan y se pierden momentos de plenitud, de paz. Te parecerá increíble esto, pero yo estoy en paz y siento paz cuando estás cerca. Algo se me acomoda, algo está en donde debe estar sin más vueltas.

Aprendí a velar primero por los que quiero, a ver la vuelta de las cosas. Pensé una vez que no podía con nada y un día pude con todo. Recobré la fuerza, la confianza, el poder sano que tenemos todos adentro. Creo que el amor es durable, no se si infinito y eso lo tengo claro.

Por eso te digo que armemos esto como se pueda mientras tanto, como salga, pero que no dejemos de armarlo. Me revelaste sentimientos que no creía tener, vos que te decís sombra, me das todos los soles. Vos me armás un mundo entre tus brazos y ese es mi bien más preciado, que cuido y preservo. No puedo hacer nada para que me creas ni para que quieras hacerlo, sólo decírtelo como me sale, sin vueltas. Decirte que si no sale, o si sale mal, o si sale y dura una vida -diez años - dos semanas, no habrá rencores, no habrá reproches. No tengo una lista de valores o ideales de vida; pero creo en que las lealtades se preservan, en que los amores no se negocian y en que la vida es una sucesión de intentos mientras exista el respeto y la confianza.

Yo te quiero como lo que sos y lo que haces, quiero al que me dijo que en Rosario me iba a convertir en depósito de masitas Maná al lado de una compu vieja resentida y con el culo gordo, al que me habla sin dobleces, al que me mira a los ojos y me descubre, al que me habló de orfandad y supervivencia y me ahorró 20 sesiones de terapia, al que le pregunté antes de que se fuera a EEUU si quería estar conmigo y me dijo si mientras su hermoso y peludo hijo comía en la mesa de al lado. 

Tu vida fue rearmada por vos mismo. Tu pasado, lo malo, lo oscuro, ya está atrás, las manipulaciones, los huracanes, dejalos afuera. Sólo tiene poder sobre vos aquello a lo que se lo otorgás.

Besote, Larsen".

domingo, 29 de noviembre de 2020

Escribir salva, una vez más

"Sin más armas en la mano, que un 10 en la camiseta".
Maradó. Los Piojos.

Video de Pablo Ramos


A veces escribir es lo único que me sale. Además de llorar, claro. Empecé la semana ayudando a mi sobrina del alma con una herida de su gatita. Cuando me preguntó si tenía experiencia con otras mascotas le dije, “no; por mi viejo, del segundo accidente”. Y seguimos como si nada. 

Después laburé y en el medio armaba el cumple de mi vieja. Y aparece Caro, que es como Nora-de mis amigas pandemia. No nos vimos aun las caras porque nos conocimos en pleno aislamiento. Pero están. Y sobra. 

Caro me avisó con toda la delicadeza que pudo que había muerto el Diego. Nora que no lo ama a nivel tifosi como yo, me acercó la mejor imagen que me rescató ese día en el que le expliqué a tres compañeros varones, “denme un toque, estoy en shock”. 

Me entendieron y el laburo se hizo porque si él jugaba infiltrado mirá si no voy a poder configurar un site llorando. 

Sole me ayudó con el regalo. Mi tío Cachito, Marías y el profe Ferreyra con los saludos. Fer me ayudó laburando hasta tarde. Pablo me ayudó con sus palabras mágicas.  Lila y Giambro con mis y sus enojos. 

Casi que fuimos una selección, aunque yo solo sirva para jugar de 9.

Y acá estoy escribiendo y resistiendo. Defendiendo la alegría como una trinchera. En esta rara suerte que me cruza de charrúa, tana y medio argenta. Acá estoy escribiendo. Porque seguro que lo que escribí debe ser una mierda que solo me importa a mi pero una vez más te recuerdo Mir querida. Salva. Y con eso, hoy es más que suficiente.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Si Anita pudo


No, no me doy por vencida casi nunca ni mucho menos fácilmente. Pero aunque me encargue de ocultarlo muy bien, tuve esos momentos. Donde todo parece mucho y malo y sentís que no hay garra charrúa ni empuje peroncho que pueda sacarte. Hoy, esa pieza robadatos llamada Facebook me recuerda mi amistad con Ana Testa. Y pienso que en lugar de compartirle el video que me ofrecen, mejor le escribo. 

Le escribo que cuando hace un año yo estaba en Baires y me habló más de dos horas por teléfono, se me aflojaron las piernas cuando me contó que iba a rememorar y relatar la vigilancia de quien había sido su secuestrador luego de que lograra sobrevivir a esa máquina de muerte llamada ESMA. 

Desde ese día, con más claridad, también comencé a pensar como arenga que "Si Anita pudo, puedo también". Porque Anita pudo con la mismísima muerte. Pudo con el dolor, el miedo, el frío, el hambre, el abandono, el no saber si te queda un día de vida, un minuto o una semana. O nada.

Anita pudo con la perversidad que se le plantó cuerpo a cuerpo. Anita pudo contra todo lo que le hicieron para desarmarla, para dejarla sin alma; más allá de que estuviese viva o muerta.

Anita salió viva y no solo eso. Anita se ríe, milita, busca justicia, te arma una picada en su casa cuando venís bajón y no te da salir, te aconseja, te ayuda y si, hasta te regala plantas.

Anita es superpoderosa. Tiene un cielo lleno de vida en los ojos. Tiene ese brillo que se ganan los sobrevivientes. Anita enseña día a día que se puede siempre. Como Cristina; aunque apenas a 5 cuadras de mi casa.

sábado, 31 de octubre de 2020

Las veces que lloré por vos (El Diego cumplió 60)

“No te asustes si me río como un loco, es necesario que a veces sea así, será la vida, que siempre nos pega un poco, nos desespera, con lo que está por venir”. 
Los Piojos. Bicho de Ciudad.

*Nota publicada originalmente en el site Victoria-Rolanda, luego de que la selección argentina dirigida por Diego Armando Maradona quedara eliminada del Mundial.

Maradona, no es una persona cualquiera, dice Calamaro en una de esas canciones eternas. Debe ser, porque sin ser un ex novio ni un amor imposible, me hizo derramar tantas lágrimas, que podría, mínimamente, hacer en Capital, una sucursal de la laguna de Mar Chiquita.

Lo veo moqueando, abrazado a su hija, como si el mundo se le terminara ahí mismo. Y yo, tirada en la cama, fumando el cigarrillo número no sé cuánto, lloro con él o por el. Mi madre me llama por teléfono, le digo que no, que “no puedo verlo así al Diego”. Ella, tratando de poner un paño frío, me dice, “ni que fuera tu novio…”.

Recalculo, como puedo y pienso en las veces que lloré por él. Lloré cuando tenía 5 años y nos sacó campeones, en ese partido que vi sentada upa de mi viejo, en una tele en blanco y negro, mientras el resto de mi familia corría y saltaba endemoniada de alegría. Era chica, muy, pero me acuerdo. Mi memoria siempre fue implacable, para bien o para mal…

Lloré con el notimagine de fondo, cuando a él se le inundaban los ojos y la gloria estaba tan cerca, que daba bronca no poder manotearla. Y cuatro años después, lloré cuando, expulsado por ese doping que siempre me generará dudas, decía ante una cámara que le habían cortado las piernas. No podía creer que un tipo que corría con un paracaídas en la espalda, con el viento en contra, para entrenarse al máximo nivel, se inmolara solito con la droga…No me cerraba. No me cierra.

Le banqué todas, como se las bancás a un tipo cuando lo querés mucho, porque el amor, el afecto, vuelven soportable casi cualquier cosa de la persona que tengamos enfrente. Hasta me aguanté que se ponga la camiseta de Ñuls…Un capítulo aparte.

Lloré cuando volvió a Boca. Lloré cuando alentaba desde la tribuna y era una mole a punto de explotar. Lloré y hasta lo insulté cuando escupió al piso cuando le preguntaron por sus hijos no reconocidos.

Volví a llorar cuando creí que se moría, que esta vez, el “Barba”, como le dice él, no lo bancaba. Lloré cuando 6 meses después, hacía un milagro de rating en un canal que venía perdiendo, más que por una goleada.

Y otra vez se me cayeron las lágrimas, una vez más, cuando ahí, al borde de donde las guerras se pierden o se ganan, nos clasificó y nos dejó adentro del mundial, cuando nadie daba un peso ni por él ni por el equipo y hasta el cielo lloraba ese día.

Lloré cuando ahora, de taco, la devolvió a la cancha y casi adiviné, se moría por estar ahí adentro. Y lloro ahora, ahora que nos quedamos afuera. Lo miro y no puedo creerlo. Lloro cuando me acuerdo de que, luego de pasar por una serie de clases que trataban de volverlo moderado, dijo sin más, desahogado, “vos también la tenés adentro”. Lloro porque dice que banca a todos y pone la cara. Y 5 minutos después, su naturaleza le traiciona el discurso y admite que él si se cargaba el equipo al hombro.

Pienso en si tendrá revancha, quiero creer que sí, que la merece, por animarse, por salir de los lugares más oscuros y salir con una fuerza inimaginable, subhumana; por ser valiente, cueste lo que cueste. 

No se me corre el “bajón” y mientras termino esta nota, pongo de fondo el tema de Rodrigo, ese que hasta cantaron juntos y que a él le encantaba. Pero ni el ritmo cuartetero me mueve un hueso. Pienso en la frase del loco Bielsa, que dijo hace unos días que el atrevimiento cotizaba en baja. Y mis amigas me dicen, que como nací en Uruguay, tengo otra chance de alegría. Es cierto, pero estas lágrimas son por Maradona, inexplicables, como cualquier otro sentimiento que se moviliza cuando queremos (de verdad) a alguien.

Me acuerdo de una entrevista, donde contaba que, cuando en el Barcelona, no lo querían dejar viajar a jugar para la selección y le habían escondido el pasaporte, el, sin más, empezó a revolear todos los trofeos que se apilaban, lustrosos, en las repisas del club. “Al tercero que rompí, apareció el pasaporte”, decía.

Romper, romper moldes, siempre duele, a veces más de lo que uno esperaba. Ahora, en 4 años, te espero de nuevo, Diego querido. Yo y mis carilinas descartables…Al molde ya lo abriste, seguila rompiendo. 


viernes, 23 de octubre de 2020

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto

Caballito, 24 de marzo de 2010


 

La miro a ella, algo ebria, acurrucada en el taxi, me dice que está mal. Me miro a mi misma, inventando excusas para ver si lo veo o si me ve. Se fue el sábado, somos hermosas, yo tengo un short de satén que me queda perfecto, cruzo las piernas flacas arriba de los tacos de animal print y me miro cuando entro al departamento. Al menos soy linda y flaca, me digo. 

Paso lo que queda del domingo tratando de verlo pero inmóvil, en la cama, la notebook con Frida, el gato que duerme a los pies, la comida vegan, el mate, los diarios, los puchos y mis ganas de nada que no sea con el. No siento el viento, solo salgo a buscar cigarrillos y vuelvo a la pose vegetal. No doy ni lástima, no preocupo, no conmuevo, no despierto. 

Pienso que de no haber sido por el dr., hoy estaría agarrándome de los pelos. Lo odio, lo amo, lo odio, lo amo. Quiero que todo se arregle como si me despertara de un sueño feo y rabioso. 

Leo boludeces sobre las almas gemelas en sitios de internet de mala calaña. Le escribo cosas que jamás verá, busco el mail donde dice que me quiere, lo leo, pero no me sirve. Nadie me abraza los huesos en este día. Nadie me los abraza hace mucho.

Tengo que respirar por mi, nadie va a hacerlo. Miro alrededor y digo -ok arranquemos. Miro y no veo nada, solo escucho el tic tac de las teclas. Nada parece hoy muy vivo que digamos. 

Sigo escribiendo, como si en cada palabra algo de esta sensación pesada que me ocupa, se fuera disipando. Escribir, salva. Pienso en mi amiga y en mi, nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, amiga, tratemos de seguir vivas, aunque hay veces en que no se cómo se hace.


viernes, 18 de septiembre de 2020

La peor de tus frases de amor

"Como me cuesta quererte

Me cuesta perderte

Me cuesta olvidar".

Un país con el nombre de un río. Jorge Drexler.




No. Ni vos ni yo pensamos en una pandemia. Yo quemé todo y te dije muerto. Vos, te hiciste humo.

Pero la situación de somos instantes más que nunca hizo que por otros, hablemos. Aunque por enésima vez nos hubiésemos jurado que nunca más. Por él, que yo se que me presentaste en una nochebuena hace añares en un almuerzo en Palermo. Él, que ordenó al menos por unos días, eso que llamás "tu Tetris".

Y yo que te había dicho lo que jamás perdonaría que me dijesen. Y vos que me hablás porque "estoquenosabemosquees" pero que nos evita explicaciones en lo importante.

Entonces casa. Hijos. Depresión. Tu vieja y mi vieja.

Todo lo entiendo. Nada explicás.

Y entonces Felisberto te reivindica. Y entonces, al fin; tu novela.

Y tú "incluso antes de conocerte". Como poniéndole palabras a eso que algunas amigas usaban a modo de chiste: Antes de Clarisa y después de Clarisa. Como si yo no tuviese un antes de vos y un después de vos...

¿Qué es esto que es tan fuerte? Empiezo a entender entonces, la peor de tus frases de amor...

 “No te pusiste a pensar por que cada vez que nos encontramos voy y me meto con cualquiera y le hago un hijo”. Eso me largaste por teléfono porque te llevo seis meses decirme que “esto es tan fuerte, es para que lo dimensiones”. 

Me sentí un monstruo despreciable durante esos seis meses. Hasta que explicaste esa que fue la peor (y creo que la única que te salió de las vísceras, enferma pero genuina) de tus frases de amor. 

lunes, 31 de agosto de 2020

A mi gatito RAM, in memoriam

"Supongo que nadie se va del todo, espero que exista algún lugar".

Los chicos. Calamaro.


 

Acaricio los rasguños que dejaste en sillones y maderas. Le digo a mi vieja que "no voy a vender esta mesa, tiene las uñitas de RAM". Hablo con mi amiga Luchy y me da la idea de que ponga un árbol sobre ese lugar donde no quiero creer aún que está tu cuerpito de gatito. Para que nazcas de nuevo y cuando haya un tronco, lo abrace sabiendo que hay algo de vos ahí. 

Si, supongo que nadie se va del todo como dice Andrés. Pero no fui ni quiero ir del otro lado para ver si es tan así. Hoy fui a dormir y no estabas arañando y ronroneando, cuidando mis sueños. Hoy trabajaba en la compu y no estaban tus coquitos en mis pies. Me faltás dolorosamente. Siento un ruido en la puerta del escritorio y creo que sos vos desde el más allá gatuno diciéndome 'acá estoy mami'.

Busco explicaciones ante tu puta muerte.  Llegaste en 2017 y me acompañaste en lo que fue la segunda temporada más heavy de mi vida. Me da la sensación de que pensaste "ya está otra vez siendo la Clarisa de siempre" y diste tu llamémosla misión, por concluida. 

Gatito, ¿cómo decirte que nunca estaría lista para que no estés? ¿que quería llevarte al mar y a conocer el paisito y que nos mudáramos juntos? 

Como decirte que vendrás conmigo, como plantita, como sea. Porque yo a esa huesuda hija de puta, siempre, como sea; se la termino ganando.

martes, 25 de agosto de 2020

Donde se me partió la vida...

- no se trata de amor
damos la vida-
Idea Vilariño. El amor.


Dicen que todos tenemos una fecha y una hora en donde se nos partió la vida (yo, tengo varias). Una de esas fechas fue hace 13 años, cuando un día como hoy, me llegó un mail tuyo invitándome a salir. 

Puedo y recuerdo con puntos y comas mi humanidad sentada frente a la PC, en mi departamento de Caballito, ese instante en que me quedé como fuera del tiempo. Leyéndote una y otra vez para convencerme. Entrando al link donde me compartías una selección de lo que más te gustaba de Idea Vilariño.

Leyendo diez líneas de un correo electrónico que juro, al día de hoy me sé de memoria. 

Y juro también, puede estar, como ahora, el mundo incendiándose; pero igual me acuerdo. 

Los cuatro días que transcurrieron hasta esa primera salida, también los sé de memoria. El derrotero para elegir mi ropa, perfume, zapatos. Creo que fue la única vez en mi vida en que fui perfectamente puntual. Cuando pasaste a buscarme, estaba lista hacía diez minutos.

Guardo el recorrido en tu auto, el restaurante armenio, el aire de Palermo, tus besos antes de dejarme en la puerta de casa.

Guardo. Te guardo a vos cuando pudiste. Guardo eso que hizo que, como decís, "pasáramos a otro nivel". 

Guardo tus ojos como nunca nadie los vio ni los va a ver.

Nadie, excepto yo.

Guardo ese momento en que mi vida se detuvo, en un antes y un después. Y nunca voy a dejar de guardarlo.

domingo, 9 de agosto de 2020

La muerte jode (parte2)

 


Son las 5.43 de la mañana y como cada vez que hay luna llena y tengo insomnio, pongo en el iPad una serie de tangos y hago como que los canto con mi viejo. Después veo de adelantar el laburo y de leer o estudiar y en el medio escribo. Como siempre, escribo. 

Hace dos días casi se muere mi gato. Hubo que drenarle los pulmones. Igual que a mi abuelo. Igual que a mi viejo. Igual que a tu viejo. 

Te lo conté y contra todos los pronósticos me acompañaste. Mi gato está bien. Vos me dijiste que él parecía un peluche y yo, un erizo. ¿Tanto te jode que tenga carácter? 

Unas horas antes de la operación me encontré un panadero. No pude evitar el link con "The Blower s Daughter", nuestra primera canción. Lo sostuve en mi mano, salí al patio y lo soplé con fuerza: "Decile a mi papá que quiero que mi gatito se salve".

No quería que mi gato se muera, si todavía creo que cuando pase la cuarentena voy a ir a ver a la Dra Mir y si cuando me aparecen nuestras recomendaciones compartidas no creo o no caigo de que esté muerta. El otro día le dije a mi amiga Sole que estaba dando mas pésames que saludos. Padres de amigas, vecinos, amigas. 

Yo odio tanto a la muerte que se que van a pasar añares sin cruzarla. Pero la muerte jode, la muerte de los otros, de los que querés, de los que te importan.

Hace un mes murió en un accidente la gatita de mi sobrina adoptiva. "No puedo llorar porque estoy medicada", le dije a mi amiga. Pero por dentro, sabe dios.

Y vuelvo a mi carpeta de laburo y de estudio. Y canto una vez más con vos, "por una cabeza, todas las locuras". 

Y mando besos a ese cielo donde estarás y donde están todos.

Y me guiñas el ojo como siempre...

martes, 28 de julio de 2020

Experta

Buenos Aires, Mayo de 2009.



Ella había cambiado todo, poco, casi nada quedaba de esa nena de pueblo que se sentía superior al resto pero que tuvo que pasarse buena parte de su adolescencia justificando por qué carecía de prejuicios. 

Era una experta en quemar naves. Las quemó cuando su viejo cerró los ojos de un día para el otro, las quemó de nuevo cuando por propia decisión se arrancó un hijo de las entrañas, muerta de miedo y regada de culpas. 

Las quemó de nuevo cuando decidió que a ese pueblo de calles mansas y una quietud que espantaba ya no volvería,  cuando renunció a la esquina de casa que la conectaba con algo de vida pasada. Cuando dijo que ahí había muchos huesos como para quedarse. 

Las quemó de nuevo, una y mil veces mientras aprendía a deshacerse de los amores mal sanos, sabía que no contaba con el don de la intrascendencia. Un día alguien le dijo que había un antes y un después de ella, podía ser bueno o malo, podía ser odio o amor, pero su vida dejaba marcas en el resto de las otras vidas, quisiera o no. 

Tuvo miedo, tuvo pánico, tuvo todos los terrores juntos, se secó el moco y la lágrima cuantas veces fue necesario, le perdió el miedo a la muerte, cambió el miedo por conciencia. 

Y una vez más decidió quemar la nave el día en que se subió a un micro, atrás de un camión de mudanzas que llevaba todas su cosas a Buenos Aires, la ciudad que hace 6 años atrás la había aterrorizado. 

Quemó todo una vez más cuando una mañana fría en Palermo, un día feriado, se dio cuenta de que con él le pasaba algo más, de que era capaz de estar despierta y con buen humor a las 9 de la mañana. Ese día algo se le movió adentro, supo de alguna manera que lo había encontrado y que solo él, con sus mismos cortes, quemaduras, cicatrices, podía de una buena vez tapar las suyas. 

Supo que a los dos, aunque de modos distintos; los movía la batalla contra el resentimiento que genera la orfandad. Supo entonces que ahora no quemaría nada, que el encuentro, detrás de esos ojos que se le metían hasta el alma, eran a prueba de fuego; a pesar de ella misma.


sábado, 18 de julio de 2020

Muertes, cuarentenas y vos

"Tu sonrisa inolvidable me hizo tanto tanto bien".

Tu sonrisa inolvidable. Fito Páez.


Después de la muerte de la dra Mir, escribo en mi cabeza, pero sentarme a hacerlo en el papel / blog no me sale como pretendo; naturalmente. 

Murió también la madre de una de mis mejores amigas y no pude por obvias razones pandémicas, viajar a acompañarla. 


No puedo dejar de imaginar a la dra Mir, sola en su entierro apurado por el virus. Quiero creer dra Mir que estás feliz en algún lugar junto a tu gato Gandhi y tu viejo; aunque sepa que no te voy a ver y que no habrá más chats ni tanto que compartimos.  No puedo tampoco dejar de imaginar a mi amiga, sola recibiendo eso que fue su madre, ahora inerte. Pienso en la valentía con la que se habrá plantado sola y su alma, ante el final.

 

Las muertes y sus consecuentes pésames superan a los saludos en estos días. El papá de una amiga llevado por el puto cáncer. La angustia horrenda de sentir que no sabemos cuándo nos veremos ni, como dijo mi tía, "somos viejos ya, ¿nos veremos?".


Cada día de esta cuarentena es una situación literaria*Ramos dixit; ayudar en tres repatrios y sentir que si algo salía mal no había chance, era igual a muerte. Crear de la nada formas nuevas de ponerlo todo por escrito, trabajar pese a todo y conocer a todo un equipo por chat. 


Cuidar a los pocos que quiero mucho. Yo me siento cuidada, ya sufrí cosas mejores que esta, aunque suene exagerado. Yo sé por qué.


La pausa que a todos no puso la vida y que a mi me reencontró y por primera vez en tres años, ese reencuentro que reconoció y vio a la piba invisible.


Hoy mamá me recordó por enésima vez lo mal que la pasó con mi viejo en su etapa terminal. Antes hubiese sido una tragedia. Hoy es un “si, yo era chica pero me acuerdo, tenía 11, ni me dejaban entrar al Sayago” y cambio de tema. 

<te acordás cuando venía durmiendo en tu hombro y me desperté justo en ese lugar?>
Cumplí años. Y me sentí brillante aunque, y si; voy a escribir de vos toda la vida. Pero solo eso. 

No tuve ganas de que me llames, ni siquiera sentí una vaga nostalgia. Solo la anécdota de haberte conocido, justamente, en uno de mis cumpleaños. Y ese intento de novela autobiográfica que habíamos empezado a armar juntos.

Y que sigo escribiendo.


Y vos de repente diciéndome que desde el primer día te pasó lo mismo que a mi. Aunque en más de 10 años, jamás lo hubiese pensado de vos. Aunque por enésima vez ese "no te quiero ver ni hablar, morite" sea tal vez la mentira más grande que nos decimos. Aunque se me dibuje una sonrisa de esas que solo vos podes dibujar. Igual que te las dibujo yo a vos...Ahora que, por exceso de cuarentena o yo qué sé, no me lo negás.


Y continúa...


lunes, 6 de julio de 2020

Aún


Porque aún mis mensajes son los últimos que mirás antes de apagar el teléfono

Porque aún si demorás en contestar (ahora) me pedís perdón

Porque un día llamás y me decís "hola mi vida"

Y yo fiel a mi costumbre disparo un “te equivocaste de botón?” y vos me decís que no

Como si no

Como si si

Como si nada

Como si todo.

martes, 16 de junio de 2020

Cumpleaños

Mayo de 2019, Buenos Aires




Tenía un star tack azul.
Cumplía años.
Cuando se lo dijo, él se paró y le dio un beso.
Esas tres amigas que la esperaban junto a un "novio" cordobés que tenía esa única virtud, hoy ya no son.

María dirige un servicio psicológico de urgencia. Ella que casi se mata cuando la dejó el novio porque "ahora no era virgen". Un ahorcado por semana. 

Elenita, la que le creyó a la madre que se moría y entonces se casó y tuvo un bebé y, ¡¡¡mirá acá está el nieto que tu hijo no te da!!! Pero la madre vive. Sigue eligiendo a su hermano. Y a ella ni siquiera le gustan los chicos.

Ceci que hizo igual que Elenita. Porque siempre hizo todo igual, aunque su madre no le diga que está por morir y no muera.
Ah, el Cordobés. Es remisero y no puede bailar medio cuarteto porque se infarta de obeso. 

Trece años después solo ella y él siguen.  O tal vez recién empiecen. Pero en ese cuadro, siguen siendo y no llegaron a perderse.  

Ella guarda la remera con la que lo conoció. Ella sabe que cada año que cumplió en estos 13 que pasaron, siempre cerca de las 9 de la noche; recordó continuamente sus inacabables ojos celestes.

lunes, 18 de mayo de 2020

Ser dios y cuidarte


Buenos Aires, finales de 2008.
Para una reina infinita
La hija de la lágrima sobrepuesta.



Princesa grande de añitos pequeños, espejito de alma, ternura que no te cabe en el cuerpo. 

Reina de vida y de amores infinitos y adaptados, fuerte sin perder tu gracia, capaz de tapar los hoyos del más bajo de los infiernos, chiquita superpoderosa, damita encantada resistiendo a la vida que te empuja.

Si supieras, si entendieras el amor inmenso que me generás, si supieras lo feliz que soy cada  vez que te abrazo y dejo mi cabeza apoyada a la tuya y juego con tu pelo. 

Sentir esa ternura inalterable, pedirle a dios que te guarde, querer ser dios y cuidarte.



domingo, 3 de mayo de 2020

Escribir, salva. A la dra. Mirta Núñez, in memoriam



Veo tu lámpara de sal, tus fotos del paisito, tu humor ácido, tu amor por la lectura y por los gatos. Veo en fotos todo eso que teníamos en común con tu "amiga joven" como solías decirme.

Veo acá, en esta casa, el mouse que me regalaste para que mi vieja aprendiera a usar la notebook.

Veo las fotos de Mafalda y del jardín japonés que tanto nos gustaban.
Recuerdo la primera nota mía que compartiste sobre las madres, cuando yo trabajaba en Narcisa. Así comenzó nuestra andariega amistad.

Recuerdo tus notas justificando nuestras geminiadas y tu insistencia en que no debía ni debo dar explicaciones por no querer ser madre.

Recuerdo conocer a Byung-Chul Han gracias a vos y hablar de la destinología y hasta de "Tan Biónica".

Recuerdo nuestros intercambios de links con lecturas, cursos, capacitaciones y libros y haber conocido Coursera gracias a vos.

Recuerdo hablar de "El cuarteto de nos" y de que le empezaste a hacer un espacio a Cerati porque te había impresionado lo que yo describía de el y de su música.

Recuerdo hablar de tangos y de Telegram y de las apps para meditar; todo en un mismo chat. Y tu fascinación por los héroes de los Andes.

Los parecidos entre nuestros viejos y la frase que me regalaste hace poco menos de un año, cuando estabas viva dra. Mir, como solía llamarte y que hoy, uso en los talleres literarios: "Escribir, salva".

Por eso ahora aún sin poder creer que ya no estás de este lado del mundo, habiéndome enterado hace un rato, hago lo único que sé hacer cuando no puedo hacer nada más.
Escribir.
Como una forma mínima pero persistente de salvar nuestros recuerdos y tu brillante e inmortal memoria.

Tenías razón dra. Mir. Escribir, salva.
Siempre salva.

miércoles, 29 de abril de 2020

"Y desamordazarte y regresarte"

                                      Abril de 2018, en esa aldea llamada San Jorge.



Me sigue resultando increíble que entre vos y yo haya una pared y un mármol y algo de madera. Todavía tengo intacta la ilusión boba de que si abro el cajón tu cuerpo va a estar ahí como la última vez que lo vi. Y voy a poder abrazarte como si nada.

Pero ahora puedo hablarte. Me siento frente a tu tumba y te cuento mis derrapes, mis miedos y mis traumas. Y el día está horrible, casi tan feo como ese en que te fuiste.

Pero cuando digo que quisiera un abrazo sale el sol con todo. Y lo siento. Y quiero creer que me haces un guiño desde algún lado. Y te digo que me fui de pista. Que tengo una pelea con el tiempo.

Y te prometo llevarte al paisito de nuevo. Tu paisito. El mío. Ese que nos hace en parte todo lo bueno y lo malo que tenemos.

Y hasta te confieso mis miedos papá. Ahora que me animo a acercarme como puedo. Después de todo siempre estuviste ahí. En esa tumba que seguirá sin nombre. Esperándome.

miércoles, 1 de abril de 2020

Solo para no morirme, sin vos

"Guardo un recoveco en el alma
que recuerda tu cara como nadie la vio".
                                                               Por el bien de los dos.
Coti.





Sin vos y todo lo que tu vos generó, hizo, trituró y generó
nunca hubiese escrito Palermo 10 AM
ni mucho menos lo hubiese presentado en un concurso
ni lo hubiese publicado
ni me hubiese metido en un taller literario para trabajar con eso.

Nunca hubiese arrancado con La piba invisible.

Nunca hubiese dado los talleres literarios en Kumelen.

Ni mucho menos, ahora en Mar del Plata; donde soy tapa en el diario más importante y me dicen escritora y hasta docente. Y en donde armé con una amiga un Club de Cultura. Ni más ni menos.

Palermo 10 AM fue lo único que después de vos, me salvó de verdad la vida. Porque pude matarme en el cuento pero seguir viviendo o sobreviviendo acá, de este lado del mundo.

"Es muy fuerte que digas que te mataste en el cuento para no morirte", me dijo una amiga por chat hace un rato. Y me hizo notar que un día como hoy pero hace mucho muchísimo tiempo, un día antes del dos de abril; empezaba a escribir Palermo 10 AM. "El cuento que me pasaste empieza el 1 de abril y hoy es 1 de abril", señaló. Si lo siguiéramos, hubiésemos dicho "a Jung le gusta esto".

Quemado, gris, muerto; me salvó de vos.

Escribir, salva.

Palermo 10 AM era lo único que me quedaba después de ver cómo el hombre de mi vida, el que me había dicho que quería estar conmigo; se casaba con otra. Aunque al día de hoy te hayas separado y a esa otra le haya quedado mi nombre en sus fotos de casamiento cuando alguien le dijo que vos me querías a mi y no a ella.

Escribir fue la única forma de sacarme el dolor, la rabia, la desazón, la angustia clavada en el medio de eso que llaman alma. Fue hacer pie de nuevo cuando sentí que el mundo se me caía, se me abría o tragaba. O todo eso junto.

El mundo conocido, dicen, ahora cambió y todos están desorientados.
A mí me pasó antes. Y me pasó el 4 de noviembre. Y en 2017. 

Ya tengo mapas, coordenadas y planes a, b y c para cuando el mundo empieza a ser ancho y ajeno.

El otro día le dije a un amigo que como dice la canción de Sabina "tengo un máster en desengaños". Aunque lo que tengo es un máster en defender la alegría como una trinchera. Y no es esta la excepción.

Por vos escribo, al menos de otro modo, no como escribí desde que aprendí a hacerlo, para que quede en un cuaderno o en un pen drive.
Por vos me volví -sí, así me dicen- escritora.
Y mucho más lectora, cuando me caías con pilas de libros que "Claire tenés que leer si o si" o me mandabas las recomendaciones por mail cuando yo aún vivía en Rosario.

Por eso se que de vos voy a escribir toda la vida (eternamente).
Sí, hubiera dejado todo esto por una vida con vos.
Pero no pasó.
Y entonces escribí.
Escribir, escribí solo para no morirme.


A July, porque gracias a ella, salió esto

miércoles, 25 de marzo de 2020

24 de marzo: La herida que no cesa


Todos los 24 de marzo me pasa lo mismo. Siento angustia y si bien nací en el 80 y algo, el dolor de lo que fue el inicio de la etapa más cruel de la historia reciente, se me hace carne. Puedo incluso sentir lo que siente mi vieja, que todavía hoy, a tantos años, nunca quiere contarme demasiados detalles de lo que le tocó vivir y entonces, no me queda otra que ir juntando piezas, como si se tratara de un rompecabezas gigante y caótico.

El año pasado, encontré en mi casa de San Jorge, cartas que le mandaban mis abuelos. En esas letras tipeadas en la inefable Olivetti, se notaba el miedo. Mi abuela preguntaba cómo estaba, si había llegado bien y pedía a Dios que no le pasara nada. Es que mi madre, se fue a Uruguay, se tuvo que ir a Uruguay cuando aparecieron los milicos. Y en un mundo sin celulares y con pocos teléfonos, las noticias demoraban en llegar. Y la angustia crecía como hiedra venenosa.

Mi vieja fue una chica UES, más tarde estuvo en la JP que como dice, ahora solo les dejó la P porque de jóvenes… bueno mejor no hacer cuentas. Después, empezó a trabajar en grupos de alfabetizadores que usaban los postulados de Paulo Freire para educar en barrios y villas a chicos de 10 años que no sabían leer. Su hermano, osea mi tío, ya trabajaba con Ortega Peña y Luis Duhalde en el semanario «Compañero». El se tuvo que ir antes, vía embajada de México. Ella, apenas juntada con mi viejo, recibió el aviso. Su hermano le dijo que había hablado con alguien y que era mejor que se fuera.

Mi viejo no lo dudó y se la llevó de un saque. De algún modo, puede decirse que la vieja se salvó. Pero al día de hoy, la veo llorar a veces, me dice “nosotros queríamos cambiar el mundo”. Ese llanto es impotencia. Esas lágrimas son al día de hoy preguntas sin respuesta.

Yo pienso en esto cada 24. Me jode, me duele. Un 24 en que me fui a la plaza a eso de las 5 de la tarde; sola, como voy siempre, porque pedir justicia es un acto moral, ni siquiera es un acto político. Ese 24, caminando en silencio, la llamo a ella por el celular y le pongo un rato el “ruido ambiente”. Ella no me dice nada. Me da las gracias. Y al rato putea. Y después llora de nuevo.

Yo sigo mi camino, haciendo de cuenta que también camino con ella. Sintiendo que tengo la obligación de cerrar pedazos de su historia. Aunque más no sea caminando en silencio. Aunque más no sea siendo parte. Aunque más no sea diciéndole, “vieja yo fui por vos”; yo estuve ahí; pidiendo que se termine de hacer justicia para que la herida no nos chorree más a todos encima.

Ser una hija del exilio es una herida que no cesa, como escribí por primera vez en una revista cuando me pidieron mi enfoque personal. Pienso lo mismo en esta, la segunda vez en la que escribo desde esa Clarisa Ercolano que nació en Montevideo porque acá no podía nacer.

Recién pasados los 20, una ex jefa del diario La Capital me confesó en plena fiesta de Colectividades que había sido presa política y me dijo que había cosas que nunca iba a saber y que mi mamá no podía contarme porque el dolor ganaba.

Se que nací en Uruguay porque acá no se podía
Que aprendí la marcha antes que el himno
Que cuando fue Semana Santa mi vieja vio milicos y planeó rajarse de nuevo
Que tengo libros subrayados por Ortega Peña y que mi abuelo laburó con Papaleo y recopiló con la JP regional la palinsestia popular en plena dictadura
Se que una vez en la aduana tuve que firmar con un dedo que no era parte de un grupo subversivo
Se que el hermano de mi vieja se exilió vía México y que no puedo decirle tío porque culpa a mi abuelo de «lo que le pasó» y entonces no me habla
Se que mi vieja se cuestiona el exilio y la vuelta a Argentina cuando siente que «nena vos estás para cosas mejores» y ve que el chupamedismo y el revoleo pueden más que ese «cultivate, estudiá y formate» con el que siempre me machacó
Se que esa herida que no cesa duele más solo porque atrás hay otra mujer sola y viuda y no hay un varón. Padre tuve, pero la vida me lo dejó apenas 11 años. Se que si yo fuera varón sería diferente. Se que cuando un día perdés a tu viejo sentís que si no te parás de manos la vida misma te come. Crecés de golpe y tenés que aprender sola el sutil arte de no bajar la guardia y abrazar al compañero.

Y se que cuando y aun ahora todo ese futuro que a los 37 puede ser todo o nada se parece a la incertidumbre con la que dijeron que debíamos aprender a ser felices, como sea, la memoria sirve y me sirve para que podamos hacernos cargo y seguir, mirar a un futuro libre con todo lo que eso implica. Para que ya no salga sangre. Aunque el tajo quede igual, marcado, ahí, jodiendo metido en el medio del alma.

domingo, 8 de marzo de 2020

Nunca pensé que la historia pudiese terminar de otra forma (o casi)


Marzo de 2009, en algún lugar al norte de Santa Fe.




Nunca había pensado que la historia iba a poder ser de otra forma. Pero en poco menos de dos días se había encontrado, tal vez, con demasiadas revelaciones. Para qué ponerlo de otro modo, eran verdades, realidades de esas que detestaba pero que no sabían aceptar su pedido de tregua.

Casi tragada por un túnel del tiempo, abrió los ojos en donde no debía. Volvió a tener enfrente ese lugar que había encerrado, o había creído encerrar. El lugar donde su padre, enflaquecido, carcomido por enfermedades que se habían ensañado con él con una fiereza extrema, había contado sus últimas horas de vida, tosiendo sangre y las últimas fuerzas que le quedaban en una sala blanca y aséptica, junto a una veintena de otros tuberculosos que se sabían dueños de finales parecidos  y cercanos.

Ver el lugar le volvió a abrir ese hueco de angustia al que tanto miedo le tenía, angustia que aguantó por horas, hasta que se vio muerta de miedo y de frío en una pieza de hotel, caminando en círculos, espantada, sabiendo y sintiendo ese desgarro cruel e inentendible.

Lo llamó, le dijo que estaba mal, pero él decidió o al menos pareció no creerle. Lo llamó de nuevo, a esas horas tenía dudas de todo, menos de que él podía borrar ese miedo, ese dolor, ese llanto y esa rabia antiguas con solo abrazarla.
Se quedó casi sin aire en el teléfono. Como casi nunca le pidió que le hiciera un lugar para sentirse a salvo, porque claro, ella no se lo decía seguido, pero era capaz de esperarlo un día entero con tal de poder al menos durante diez minutos pasarle la mano por el pelo y lograr que le dé un abrazo, con suerte un beso.

Era capaz de bajar la cabeza cuando veía cosas que no le gustaban, era capaz de armarse y rearmarse una y mil veces sus horarios para encontrarlo, era capaz de poner sonrisas a la fuerza, capaz de sentirse una mujer invisible, capaz de pasarse seis meses sin su cuerpo y sin su sexo; porque sentía que si no era con el, todo era un desperdicio absoluto de tiempo.

Esperaba instantes, minutos, esos minutos que ponían todo en su lugar, que hacían que todo se moviera dentro de una burbuja armónica. 

Esos minutos eran los que quería ahora, que tenía a todos los fantasmas juntos, casi como el aire que le faltaba  para seguir respirando. Como a su padre. Como al padre de él.

Casi ni lo miró cuando por fin lo tuvo enfrente, no podía, se sabía débil, llorosa, molesta e invasiva. Pero cuando él la abrazaba, el llanto de a poco parecía empezar a callar, al menos a volver a ese lugar cicatrizado donde lo había puesto todos esos años.

El temblor y el llanto pasaron, le dijo como podía, a su modo, que quería saber si iban a poder estar juntos algún día, antes de que el tiempo terminara. Y secándose las lágrimas como podía, se fue alejando.

Casi no durmió esa noche, sintió que por ella, él apenas si sentía algo de consideración. Pero que no había ahí lugar para nada más. Que de ella no se acordaba, que por ella no había ni deseo ni pasión ni amor, que solo tal vez, en algún momento, había existido un sentimiento confuso. Aunque él le dijera, le jurara y perjurara otra cosa. Aunque el prometiera arreglar todo -como si pudiese- y estar con ella.

Esos caminos incomprensibles y de giros bruscos le dijeron así de repente, de golpe y sin anestesias, que el dolor por el abandono de su padre no iba a borrarse, que debía sentirse feliz solo con que ese tajo fuese una herida que no sangrara toda la vida.

Y que por algo, en su teléfono, ella se seguía llamando Clarisa Ercolano y otra había perdido el nombre para figurar, tal como vio, al igual que a ese hospital, sin quererlo, casualmente, marcando números para hacer una llamada, con el claro calificativo de “Amor de mi vida”.

Ya no había temblor ni lágrimas. El frío la torturaba, más impiadoso y persistente que nunca. Y comenzó a pensar en la manera de que ese frío, no lograra paralizarla. De salirse una vez más del juego macabro del abandono y del desamor que le corrían carreras desde que tiene memoria.

martes, 18 de febrero de 2020

Cuando éramos


Veo a Benedetti. 24 de agosto. Dios. La tregua
agosto
cuando me dijiste salgamos
cuando salimos
cuando mi abuelo acuario se casó con mi abuela géminis
agosto
si hubo un día de esos en que te acordás (me acuerdo) de que fuiste feliz, fue en agosto.
después de esa cena
después de ese beso
después de que me dijeras que éramos quienes éramos
somos, dijiste
me acuerdo de hace poco, el hilo rojo detrás tuyo
cuando hacíamos chistes sobre eso
cuando aún éramos.


jueves, 2 de enero de 2020

Dos tiros en la cabeza

"Algunos confunden tener mucha noche con llegar siempre tarde".
Anónimo.




Cuando nos perdimos de cada una de nosotras y el mundo conocido fue extrañeza. Ancho y ajeno y sobre todo lo segundo.

Cuando pasó eso pensamos en ese tipo que nos había volado la cabeza, ese "first one". Ese Sr. Big (que se cansa de cagarle la vida a Carrie pero bueno es el Sr. Big). Ese Gustavo Bermúdez que rescataba lo que sea, desde una muda a una que se habían raptado unos turcos (que creo que eran árabes, obvio). Ese príncipe que llega para que no te conviertas en calabaza. Ese Di Caprio que te regala el pedazo de madera por más que se le vaya la vida en eso. Ese Echarri a prueba de balas, cárceles, masones y genetistas locos. 

Cualquiera de todos esos.

Pensamos en ese fucking first one. Y lo encontramos.

Y entonces intentamos.  Cada una de nosotras dos con cada uno, porque ellos ni deben recordar qué es el intento. 

Restaurar desde el inicio es algo que solo funciona con Windows. No con humanos. Volver al primer amor queda lindo en un tango de Gardel. 
A vos y a mi, nos salió como el culo. 

Pero como a todo le encontramos la puta vuelta y remamos hasta con escarbadientes, de este naufragio emocional también nos paramos con algo y mi analista y su paralelo de que volver al tipo que ya amaste, que ya te rompió, que ya había sido; es similar a darse un tiro en la cabeza etc. etc. etc.

Un tiro en la cabeza. Volver con. 
Uno y uno me dan dos. 
Dos tiros.

Y nadie se banca dos tiros en la cabeza.
Nadie, amiga.
Nadie.

Nadie, excepto nosotras.

Nosotras, si.

A Sole The One.