viernes, 15 de noviembre de 2019

Quemado, gris, muerto

"Esta canción ya se escribió".
Deja Vu. Gustavo Cerati.




No fuimos una buena pareja. No me importa ahora si, como te dije en febrero, si no nos va bien al menos seremos un éxito en Netflix. Tomarme nuestra historia como algo novelesco fue la única sobrevivencia posible, esa que tanto nombrabas. "Somos sobrevivientes Claire". Y yo con mi "mejor seamos vivientes".

Dije que no iba a escribir dos veces el mismo cuento. Te lo dije cuando ni siquiera nos habíamos vuelto a ver. Y vos, me dijiste que nos fuéramos a Uruguay.

Y esa piba que se veía en tus ojos, esa piba a la que le dijiste entre otras declaraciones varias de amor: "Me detonaste el cerebro y no estaba en mis planes a mi edad". "Sos y fuiste la única mujer que respeté porque no me tiré a cogerte y ya de cabeza". "Podemos hacernos muchísimo mal queriéndonos así". "Nunca pude dejar de sentir esto".

Y el top ten de las espantosidades en nombre del amor: "¿No te preguntaste por qué cada vez que nos reencontramos yo embarazo a cualquiera, me junto, hago un pibe?"

Esa piba masticó y oyó en su cabeza esa frase todos los días durante más de seis meses. Pero como esa piba va a terapia y no escapa a la primera de cambio entendió que el que debía preguntárselo, eras vos. Dijiste que era todo demasiado intenso, que el riesgo de que no sea, que mejor no sea, porque claro; una X con un bebé para vos era como tirarme ácido y repelente. Aunque te lo tirabas a vos mismo.

Después eras vos el que en año nuevo buscaba mi nombre en whatsapp como si con la mirada activaras el saludo. Ese pensamiento infantil e inculto de que el tiempo te va a acomodar las cosas. Si, podemos cruzarnos en una Buenos Aires más neurótica que los dos juntos en etapa obsesiva un 31 a la noche. Pero la casualidad no va a hacer todo. El tiempo solamente pasa. Como se te está pasando a vos, la vida.

Te dije que guardaba aún hasta la remera que llevaba puesta el día en que te conocí. Lo único que sobrevivió a la o las otras peleas.

De esta vez, esta última vez; guardaba el papel y hasta el moñito del único regalo que me hiciste en el año. Un libro. A mi, que te conté que a los 6 años les dije a mis viejos que la literatura y la ropa me las elegía yo, me regalás justamente un libro. JA.

Guardaba los pasajes para viajar a verte, porque que te subas a un colectivo, para vos es casi tan tremendo como tener que decir la verdad.

Guardaba el almanaque en donde marqué como si fuese un récord (lo fue) 20 días sin pelearnos.

Guardaba hasta el papelito en donde me dibujaste el plano para buscarle un depto a mi vieja, un plan de mudanza y hasta un corazoncito.

Guardaba hasta esa nota que borraste de la web pero que yo ya había guardado porque te conozco más que vos mismo. Por eso mi mirada y el reflejo que te devuelvo y Lacan y las básicas psi que conocías al dedillo pero que ahora negás o borraste, como cuando algo no te gusta, como cuando algo te enoja.

Esa nota donde eras lo que seguís siendo. Quejoso, víctima que necesita victimarios urgentes. El que llega siempre a decirle a la gente que la quiere cuando esa gente se muere. O sea, tarde. El que piensa que el resentimiento es una suerte de motor para no volarse los sesos. Aunque los sesos te los vuele después el amor.

La remera. La que guardaba, la quemé con todas las cosas que pude quemar y ya no guardo. "Remember Salem", decías. Vos te olvidaste.

Todo se hizo humo en esa fogatita, como cada vez que el amor se te asomaba. Como cada vez que por no querer perder  nada más, volvés a ese lugar conurba a esperar que tu papá resucite y vuelva convertido en Drácula. A que alguien pague porque te sacaron a tu viejo, casi tu vieja y tu casa se caía (por cierto, se sigue cayendo).

Aunque ese Drácula te tragó a vos mismo. "Parricidios falsos", decías. "Aprender y asesinar". Tan ciego en tu vuelo circular me llegaste a decir que mi viejo había muerto sin que yo llegué a decirle cuánto lo quería. Si, si se lo dije y se lo decía siempre.  Pensar por otros es una fatal distracción del destino. Pensar que pudiste saber quién era, quién soy; es un delirio de quemado. No entendiste nunca el amor ni los demonios.

Ahora, hace una semana me decías que regresabas y me mentías. Una vez más. Y encima mal. Hablás del reflejo que te devuelvo. Eso es cierto, te reflejo y te veo y eso te aterroriza. 

Estamos rotos en el mismo lugar pero vos sos fan de las roturas.

El tema es que lo quebrado se enyesa. Lo quemado no tiene vuelta atrás. Por eso ahora todo ya es ceniza. Porque vos crees que es mejor un cajón a oscuras y yo aún después de vos sigo creyendo que el amor es lo único que nos salva de la vida.

Como le pasa a los vampiros malos y avejentados cuando descubren su secreto y les muestran la luz.  Demasiado acostumbrados a quemarse vivos, se desintegran grises en el aire.