sábado, 30 de noviembre de 2013

Instantes

Somos instantes. Me repetía la frase en la cabeza una y otra vez mientras esperaba dormida en la sala de espera de la clínica del pueblo, donde hacerme un pap es mucho más sencillo que esperar a que en Prensa haya un ginecólogo decente dispuesto a atenderte con tiempo y sin cara de culo.

Ahí, puteando en voz baja porque la médica estaba demorada y yo estaba sin nada para leer, miro a un costado y por unos minutos, dejan frenada una camilla. En la camilla un tipo, se notaba que respiraba espantosamente mal y tenía un tubito, supongo de oxígeno, ubicado a un costado.

Un par de médicos con gestos adustos, hablaban bajo. No estaba tan mal ayer, aseguraban. Lo decían casi delante de sus narices, espero no haya escuchado.

No sé quién era el tipo, pero no se lo veía viejo pese a que una camilla y un par de intubaciones, no benefician a nadie.

Más adelante, creí ver a la madre de un amigo del colegio. Unos minutos después confirmé que era ella. Unos días antes mis amigas me habían contado que en este pueblo, que se supone es tranquilo “al Nico lo dejaron inconsciente, le pegaron tanto que tuvieron que inducirle un coma y zafó de pedo”.

El Nico, el más jodón lejos de la clase, apareció ahí, al lado de la madre, la vista perdida quién sabe dónde. Parecía atontado, drogado, perdido. Todo eso junto. No lo pude seguir mirando, me aterró que no me reconociera y me paré de un salto para asegurarme de que eso no ocurra.

De repente, me recriminé la cantidad de veces que no hago todo lo que quiero, que duermo más, sueño menos, pienso demasiado. Me recriminé la cantidad de veces  en que administro las palabras que digo, las acciones que ejecuto; en que racionalizo la vida, como si fuese un bien que dura para siempre.

Y fue mi turno.




martes, 5 de noviembre de 2013

No es posible




"Es imposible que nos perdamos el uno del otro. 
Recorreré los astros durante milenios, 
adoptaré todas las formas, todos los lenguajes de la vida, 
para volver a encontrarte". 
(Hölderlin)

viernes, 1 de noviembre de 2013

“Con todo lo que le hiciste a Mariana”


La mina era una forra. Una contadora patética esclavizada en Mc Donalds. El tipo era un soñador, idealista decile si querés. Decepcionado por amor, pensó que ella sería un remanso a tanta noche de rock y disturbios. Esa idea distorsionada que tienen los hombres que confunden a la tranquilidad con la paz aterradora de los cementerios.

La mina se embarazó, rapidito. El no  pudo pensar todavía en ese amor que lo había dejado, que se había esfumado, sin decirle nada. Enseguida vino el dilema. Aborto no aborto, tengo no tengo. Como quien decide comprar zapatos o no, pero con un pibe.

Y como tenemos un bebé vivamos juntos. Y como tenemos un bebé, que vas hacer, ¿seguís viviendo del arte? No, ahora a buscar un trabajo estable. No importa si te gusta o no. Tener obra social es mucho más valioso que el precio de tus sueños.

La mina las tenía a todas, laburaba 40 horas, la iba de madre dedicada, casi muere en el parto y por eso se ganó un tatuaje con su nombre (que pensó sería eterno).

La mina no se juntó nunca más con nadie. Nunca bajó los kilos que subió en el embarazo. Se presenta ante el mundo como “madre de”. La mina tiene un padre, muerto, pero cuando era muy chiquita. Una madre manipuladora. ¡Un tío que se suicidó justo en navidad! Es tan penosa, que hasta a mí me da lástima.

La piba invisible es flaca, tiene tipos haciendo fila para salir con ella (menos al que quiere claro), el padre se le murió, sí, pero ella era más grande y no tuvo ningún pariente que tenga el buen tino de matarse en las fiestas.


lunes, 12 de agosto de 2013

La muerte jode


Nunca estamos preparados para la muerte. Ni hay nada en este mundo, al menos que yo conozca, que pueda remediar un poco la falta, la pérdida, el saber que alguien ya no va a estar.

Hace una semana, la noticia de la explosión en Rosario me impactó. Luego del shock, me tocó escribir, como siempre. Una ha escrito sobre casi todos los temas, pero no hay  con que darle; la muerte jode. Jode mucho.

Leer el último posteo de un pibe más chico que yo que hablaba de ir a votar y no llegó nunca, ver como una piba que tenía casi mi edad no va a llegar a armar su exposición, leer los mensajes desesperados de padres y amigos y anónimos que esperan un milagro. Bucear un rato en esas vidas que ya no son, en mi caso es un trabajo pero eso no me garantiza inmunidad.

Toda la semana tuve una sensación de angustia. Una sensación de angustia de mierda.

Tal vez la cercanía me jugó más en contra. A pocas cuadras de ahí yo iba de mi analista. Bajaba al río a reflexionar sobre bueyes perdidos, me colgaba mirando el Paraná y las islas o comía una pizza en Anajuana con mi vieja.

¿Cómo carajo voló todo? ¿Qué capítulo me perdí?

Somos nada, somos finitos, frágiles, débiles. Estamos acá un rato y nada es seguro. Apenas lo que vivimos, cada minuto. Apenas lo que nos gusta hacer y que tanto defendemos. Apenas aquellos que queremos, la persona que amamos.

No hay mucho más.

Es sencillo.

Y lo  olvidamos tan a menudo.


martes, 23 de julio de 2013

Gracias

"Y el tiempo estranguló mi estrella".
Alejandra Pizarnik.

La piba invisible trata a menudo de realizar pequeños actos heroicos. Actos que le restan salud, tiempo y horas de sueño. Pero para una huérfana, la tentación del rescate es demasiado fuerte. Más de una vez siente que la batalla que pelea no es suya, que las heridas que intenta curar, no las causó. Pero la piba es obstinada. Solamente, un tiempo después, cuando espera un "gracias" casi como si fuese una caricia y esa palabra no llega, se da cuenta de que sigue siendo invisible.

La piba se pregunta si algún día cambiará esa compulsión obstinada de rescatar en otro a su padre. Hace poco, se lo dijo su psicóloga, casi como pidiéndole permiso: "Soltá el cadáver de tu padre".

Como pudo, quiso explicarle que él había vivido, a su forma, pero que había vivido. Que la muerte fue una circunstancia más, que no había nada para reparar o rescatar. Que no había regreso posible.

La piba caminó despacio las cuadras que la separaban de la parada de colectivos. Por un momento, respiró aliviada.



jueves, 30 de mayo de 2013

Alrededor de la cama

A veces enfermar te hace volverte visible. El cuerpo ese que estaba, falla, la coraza se fisura, la energía desaparece.

Entonces ahí te ves vos, se ve la piba, mirando para todos lados y mirándose.

Primero ve todo aquello que deja de hacer y que nadie hará por ella, luego ve los parásitos que alimenta y más tarde ve que alrededor no hay nadie.

¿Quién es una amiga? ¿Qué es una amiga?

No hay familia, amor, amistades. Nadie la está viendo. Apenas hay un cuerpo cansado que ansía volver.

No hay nadie.

Pero por primera vez empieza a verse ella misma, en mucho tiempo.


domingo, 31 de marzo de 2013

Efecto mar

Desde que tengo memoria el mar tuvo en mí ese efecto mágico que debe generarse por la inmensidad, el viento, el oleaje, el límite que no puede verse y se pierde en el horizonte.

El mar tiene capacidad de regenerarme, relajarme, distenderme pero sobre todo puede pasar como una suerte de escoba acuática por esos recovecos del alma que están maltrechos.

Esta vez no fue la excepción y con la espuma y el agua salada, siento que algunas de las piezas que me arman van recobrando belleza. Que a otras, les queda ese entusiasmo que uno suele tener cuando llega al mar por primera vez.

En el mar la piba invisible no es invisible porque todo colapsa ante la grandeza y queda como disuelto.

Y ahí puede despegarse del dolor, sacudirse las traiciones, coserse un poquito el alma.


jueves, 7 de febrero de 2013

La capa negra


A la piba invisible le cuesta llorar. 
A veces tiene hasta miedo de olvidarse. 
La piba invisible se pone encima, consciente o no, su propia capa negra, esforzando al extremo el coraje y dejando la ternura para otro tiempo. Un tiempo que no sabe a ciencia cierta, cuándo vino, cuándo vendrá.